La Oración de los fieles en la Santa Misa es una gran Oración que el Concilio Vaticano II restableció «de acuerdo con la primitiva norma de los Santos Padres» (Sacrosanctum Concilium 53).
Tiene su origen en los Apóstoles, como se ve en algunas exhortaciones de San Pablo: «ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto» (1Tim 2,1-2).
En esta gran Oración universal litúrgica «el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres» (Ordenación Gral. del Misal Romano 45), y «es muy útil para manifestar y favorecer la activa participación» de los fieles (ib.16).
La Iglesia se manifiesta en esa magna Oratio como «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). La Esposa de Cristo, ya en documentos muy antiguos, tiene por la fe una conciencia cierta de que ella está causando continuamente con el Salvador el bien espiritual del mundo entero: «para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo» (Carta a Digneto VI,1; después del 150).
En la solemne liturgia de Viernes Santo se mantuvieron siempre una serie de oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia.
–Las principales normas litúrgicas para la Oración de los fieles las hallamos en el –Concilio Vaticano II (1963, SC 50), en las instrucciones dadas en un fascículo por el –Consilium postconciliar para la renovación de la liturgia (17-IV-1966), en la –Ordenación General del Misal Romano (1970, nº 16, 45-47) y en las –Orientaciones Pastorales que la Comisión Episcopal de Liturgia y su Secretariado establecieron como introducción a la obra.
Dispone el Concilio que la Oración común o universal de los fieles se haga «después del Evangelio y de la homilía» (SC 53). «Toca al sacerdote celebrante dirigir estas súplicas, invitar a los fieles a la oración con una breve monición y concluir las preces. Conviene que sea un diácono o un cantor el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa sus súplicas o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio» (OGMR 47).
«De suyo ha de ser un solo ministro el que proponga las intenciones, salvo que sea conveniente usar más de una lengua en las peticiones. La formulación de las intenciones por varias personas que van turnándose, exagera el carácter funcional de esta parte de la Oración de los fieles y resta importancia a la súplica de la asamblea» (Orientaciones 9). Esta norma se infringe con frecuencia, también en las celebraciones más solemnes de la Misa: Congresos Eucarísticos, etc.
La serie de intenciones, normalmente, serán las siguientes:
1- Por las necesidades de la Iglesia.
2- Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
3- Por los que sufren cualquier dificultad.
4- Por la comunidad local» (OGMR 46; cf. Orientaciones, 10).
Fuente: infocatolica.com
Tiene su origen en los Apóstoles, como se ve en algunas exhortaciones de San Pablo: «ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto» (1Tim 2,1-2).
En esta gran Oración universal litúrgica «el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres» (Ordenación Gral. del Misal Romano 45), y «es muy útil para manifestar y favorecer la activa participación» de los fieles (ib.16).
La Iglesia se manifiesta en esa magna Oratio como «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). La Esposa de Cristo, ya en documentos muy antiguos, tiene por la fe una conciencia cierta de que ella está causando continuamente con el Salvador el bien espiritual del mundo entero: «para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo» (Carta a Digneto VI,1; después del 150).
En la solemne liturgia de Viernes Santo se mantuvieron siempre una serie de oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia.
–Las principales normas litúrgicas para la Oración de los fieles las hallamos en el –Concilio Vaticano II (1963, SC 50), en las instrucciones dadas en un fascículo por el –Consilium postconciliar para la renovación de la liturgia (17-IV-1966), en la –Ordenación General del Misal Romano (1970, nº 16, 45-47) y en las –Orientaciones Pastorales que la Comisión Episcopal de Liturgia y su Secretariado establecieron como introducción a la obra.
Dispone el Concilio que la Oración común o universal de los fieles se haga «después del Evangelio y de la homilía» (SC 53). «Toca al sacerdote celebrante dirigir estas súplicas, invitar a los fieles a la oración con una breve monición y concluir las preces. Conviene que sea un diácono o un cantor el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa sus súplicas o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio» (OGMR 47).
«De suyo ha de ser un solo ministro el que proponga las intenciones, salvo que sea conveniente usar más de una lengua en las peticiones. La formulación de las intenciones por varias personas que van turnándose, exagera el carácter funcional de esta parte de la Oración de los fieles y resta importancia a la súplica de la asamblea» (Orientaciones 9). Esta norma se infringe con frecuencia, también en las celebraciones más solemnes de la Misa: Congresos Eucarísticos, etc.
La serie de intenciones, normalmente, serán las siguientes:
1- Por las necesidades de la Iglesia.
2- Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
3- Por los que sufren cualquier dificultad.
4- Por la comunidad local» (OGMR 46; cf. Orientaciones, 10).
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