miércoles, 29 de julio de 2015

Un problema: nuestras liturgias, por José Agustín Cabré Rufatt

Una buena parte de los católicos que acuden a los templos el domingo son adultos mayores. Pueden recordar, por lo tanto, la sorpresa y el alivio que les significó en su experiencia religiosa, hace 50 años, los cambios que el Concilio Vaticano realizó en la liturgia de los sacramentos y de la misa: se les invitó a pasar de “asistentes” a “participantes” en los ritos y el culto. Se pasó de “oír misa” a “celebrar la misa”.

Con el paso del tiempo se ha podido comprobar que esas reformas no fueron tan completas como se esperaba: los católicos siguen asistiendo a misas como a un espectáculo en donde ellos son el público y los actores son otros: el cura, los acólitos, los ministros, los lectores, el coro…todo distribuido en un espacio acomodado como un teatro: un público que mira a cierta distancia la actuación de unos disfrazados que están en el escenario.

De la Eucaristía, la gran acción de gracias a Dios por el don de la vida, mediante la experiencia humana de Jesús de Nazaret, con su vida, pasión, muerte y resurrección…en realidad queda bien poco.

Un lenguaje desconocido

Hubo algunos cambios, es cierto: se pasó del latín- que nadie entendía- al idioma de cada país. Pero no se cambió el nefasto sistema de la lectura continuada de la biblia.

En el afán que el pueblo escuche alguna vez toda la biblia, se han mantenido en la misa las lecturas (antiguo y nuevo testamento más evangelios) leyendo de corrido desde el Génesis al Apocalipsis en un período de tres años; la idea, si alguna vez fue buena, ha fracasado en la práctica. Con este sistema el pueblo católico tiene que escuchar lo que toque leer ese día, sea cual sea la experiencia vital que esté viviendo. Aún son pocos los pastores que abandonan ese sistema y se atreven a buscar las lecturas más apropiadas para cada ocasión; esto exige tiempo de preparación, buen criterio de discernimiento y capacidad de diálogo con los equipos laicales. También puede exigir entereza para ir a dar explicaciones al obispo que necesariamente defenderá el otro esquema impuesto desde Roma.

Pero no es el único cambio para que la misa sea realmente Eucaristía. Si como dice la catequesis, con más poesía que seguridad, se trata de una comunidad a modo de familia que celebra su fe, alimenta su esperanza y vive la caridad, la misa debiera contar con un ambiente atractivo y con signos entendibles y didácticos.

En uno de sus textos incisivos pero veraces, el periodista Raúl Gutiérrez, que se considera un cristiano de base y de mentalidad amplia y pluralista, escribió:

Las improvisaciones

“La sensación que a uno le queda con frecuencia al salir de alguna misa dominical es la improvisación, como si el sacerdote y los encargados de la ceremonia no estuvieran demasiado convencidos de la importancia y la solemnidad del acto.

En pocos templos los fieles son acogidos en la puerta por el sacerdote o laicos que los saluden y entreguen una hoja con los textos bíblicos que se leerán en la celebración. Como la mayoría llega atrasada, es frecuente que la misa se inicie en presencia de una exigua concurrencia, que terminará de engrosarse recién durante la homilía.

La improvisación del equipo encargado de la misa se advierte en los cuchicheos entre el guía y los lectores, e incluso entre el celebrante y sus acólitos, actitudes que sumadas a desplazamientos nerviosos y aparatosos de estos personeros en torno al altar y hacia la sacristía distraen a la comunidad.

Dejando de lado toda consideración o exigencia de carácter estético, cabe señalar que la mayoría de los coros maneja un estilístico repertorio de canciones litúrgicas, lo que explica que con frecuencia entone algunas que guardan escasa o ninguna relación con la fiesta que se trata o la enseñanza básica del Evangelio de ese domingo. Dejar los coros, por llamarlos de alguna manera piadosa, a la buena de Dios, demuestra una escasa comprensión del significado de la música como medio universal de comunicación, sobre todo en el caso de los jóvenes”.

Una liturgia que no convence

Resultan interesantes las anotaciones del periodista. Pero, lamentablemente, deberá pasar todavía mucho agua bajo los puentes antes que la liturgia católica se haga comprensible, celebrativa, compartida, santificadora de la vida.

Se está hablando de la gran tarea de evangelizar al siglo XXI, de comprometerse con la misión permanente, de hablar un lenguaje de palabras y signos entendibles al mundo de hoy. Pero no se nota ningún cambio hacia delante; mas bien se advierten muchos retornos al pasado: algunos llegan a la paranoia de querer volver al latín, de colocar aún más colgajos en las vestiduras de los clérigos, de incorporar de modo permanente el incienso en las liturgias…

El mundo del siglo XXI los mira, se ríe y sigue su camino buscando, casi a la desesperada, quién lo acompañe en su caminar por la vida. Los grandes valores del Reino de Dios, los que nos humanizan, siguen sin ser descubiertos porque se les quiere poner demasiados trapos encima.

Fuente: 

José Agustín Cabré Rufatt (1940), periodista y sacerdote claretinao nació en Santiago de Chile. Fue ordenado presbítero como religioso claretiano en 1968. Se tituló de periodista en la Universidad Católica de Santiago de Chile en 1976. Ha escrito numerosos libros entre los que destacan: “Evangelizador de dos mundos” con ediciones en Venezuela, España, Argentina, Chile, México y Rusia; “La Cruz, el fuego y las banderas”; “Mariano o la fuerza de Dios”; “La palabra de Dios no está encadenada”; “La historia de los claretianos en México”, “Breves relatos para mantener la calma”… Actualmente dirige Ediciones y Comunicaciones Claretianas (ECCLA) y las revistas TELAR y Cartas del Sur y pertenece al staff de las revistas Punto Final y Reflexión y Liberación. En su vida pastoral ha sido párroco, vicario episcopal de Arauco, y superior provincial de los claretianos en Chile (2001-2011).

jueves, 7 de mayo de 2015

Símbolos de la Ceremonia de Confirmación


El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de la iniciación cristiana. Su mismo nombre nos dice lo que significa: afirmar o consolidar. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre este sacramento:

"La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada por las obras" (CIC 1316)

Cuando asistimos a una celebración de la Confirmación, vemos algunos elementos que son particulares a esta celebración y que nos ayudan a experimentar la belleza del sacramento.

El Obispo o Arzobispo es el ministro ordinario de la Confirmación

Él es el representante de la iglesia universal y nos recuerda que no solamente somos miembros de la comunidad local de fe, sino de la iglesia universal. Su presencia nos recuerda el lazo que tenemos con los apóstoles. En nuestro caso, y por la extensión de nuestro territorio, nuestro Señor Arzobispo celebra alrededor de la mitad de las cerca de 75 ceremonias que se llevan a cabo durante este tiempo en las parroquias y específicamente delega a otros dos o tres sacerdotes para que celebren la otra mitad.

La imposición de las manos

Cuando el Arzobispo u Obispo, o su delegado, imponen sus manos sobre la persona que recibe la Confirmación, está utilizando un símbolo antiguo de la transmisión de la bendición y el poder de Dios de una persona a otra. Esta acción tradicionalmente nos reclama como parte de Dios y bajo su cuidado y protección. El Obispo extenderá sus manos sobre los candidatos a recibir la Confirmación durante la oración por los dones. También impondrá sus manos directamente sobre sus cabezas cuando los unja con el Santo Crisma. La imposición de las manos durante la Confirmación significa que el poder del Espíritu Santo es dado a cada candidato/a.

Santo Crisma y Unción

El Santo Crisma es un aceite perfumado bendecido con anterioridad por le Arzobispo/Obispo durante la Misa Crismal. Es un símbolo antiguo de fortaleza. Los soldados, atletas y reyes siempre eran ungidos con aceite. La palabra "crisma" viene de la misma raíz que la palabra "Cristo", el "Ungido". Lleva consigo el significado de que aquellos ungidos con ese aceite han sido elegidos para llevar a cabo la obra de Dios.

La unción, como otro símbolo antiguo y bíblico, tiene un gran significado: el aceite es símbolo de la abundancia y del gozo; limpia (unción antes y después del baño) y cubre (la unción de atletas y luchadores); el aceite es un símbolo de curación, ya que suaviza los golpes y las heridas; embellece,sana y fortalece. La unción con el Santo Crisma significa la totalidad de la gracia así como la dedicación al servicio de Dios.

Fuente: Mi Casa es su casa, Oficina del Ministerio Hispano de la Arquidiócesis de Santa Fe (USA)

lunes, 3 de noviembre de 2014

El duelo no se cura, se transforma y se vive con dignidad y amor, por Carlota Fominaya

Los cuidados y tranquilos jardines de la Fundación Instituto San José invitan al recogimiento. A ellos dan las ventanas de todos y cada uno de los diez edificios de construcción neomudéjar que componen el complejo hospitalario de la orden Hermanos de San Juan de Dios. En este lugar, de 115 años de antigüedad, tiene lugar el programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas y sus familiares puesto en marcha por Obra Social «La Caixa». La iniciativa se dirige a cubrir las necesidades de atención psicosocial en los cuidados paliativos y, desde su puesta en marcha el pasado mes de enero, ha atendido a 62.170 pacientes y 91.985 familiares en los 61 centros hospitalarios de toda España en los que se desarrolla. Sólo en atención al duelo, han sido 3.963 personas las que han recibido ayuda.

Uno de los beneficiarios es Deogracias Del Río Martín, de 73 años, viudo desde principios de año, y que ha encontrado en estos grupos la ayuda necesaria para seguir viviendo tras la muerte de su mujer el pasado mes de enero. «Si no hubiera recibido esta ayuda, tendría una depresión de caballo. Acudir a terapia ha sacado de mi gran dolor», reconoce este hombre.

«El duelo no se cura. De hecho, se vive toda la vida. Pero se aprende a llevarlo, a sostenerlo con dignidad y con amor», explica Roberto Álvarez, psicólogo psicoterapeuta especialista en duelo de la Fundación Instituto San José, y el profesional que lidera en este centro el programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas y sus familiares puesto en marcha por Obra Social «La Caixa».

Lo normal, remarca el psicólogo de la Fundación Instituto San José, es que las personas se enfrenten de manera sana a su duelo pero siempre hay un porcentaje pequeño que desarrolla un duelo patológico. La clave está en recibir el apoyo de este tipo de grupos, que por lo general tienen una duración de 4 a 6 meses. En ellos se enseña a elaborar el duelo. «Porque este no se pasa, ni se cura con el tiempo. Se transforma», matiza Álvarez. En estos programas, prosigue este especialista, «se aprende a convertir la rabia y la tristeza de la pérdida del ser querido en una sensación de paz recordando al ser querido», añade.

Día de los Difuntos

Es verdad que fechas señaladas como el próximo Día de los Difuntos, el aniversario de la boda, del fallecimiento... suponen para estas personas lo que los expertos llaman «picos de duelo», pero a la larga, el gran problema de una persona que acaba de perder a un ser querido es la soledad. Por eso, advierte este psicólogo, «teniendo en cuenta que esa persona va a estar siempre de uno mismo, y teniendo en cuenta que habrá momentos de vacío y de tristeza, hay que aprender a decir hola a nuevas amistades, vínculos e intereses. Hay que aprender a ser autónomo».

Como también hay muchas personas que después de un gran sufrimiento como es la pérdida de un hijo, de la pareja, de un progenitor, se transforman, y eligen vivir por un motivo, una causa o un valor. «Son personas que convierten su sufrimiento en una experiencia de transformación y maduración, de crecimiento personal... y que le vuelven a dar un sentido a la vida», apunta Álvarez. El caso es, concluye este experto de la Fundación Instituto San José, «conseguir que vuelvan a vivir la vida con valor».

Fuente: abc.es

martes, 28 de octubre de 2014

Unción de los enfermos: ¿Puede un diácono o un laico administrar el sacramento de la unción de los enfermos?

El Óleo de los Enfermos se utiliza sólo en la unción que se recibe durante el sacramento y solamente un sacerdote puede administrar válidamente este sacramento. Por esta razón, a los diáconos, a los ministros de la comunión a los enfermos u otras personas que rezan con los enfermos, se les aconseja no utilizar ningún tipo de aceite para evitar dar la impresión de celebrar el sacramento de la unción de los enfermos.

Fuentes: Rito de la Unción, Derecho Canónico

Unción de los Enfermos: Cuando la persona ya está muerta, ¿se le puede administrar el sacramento de la unción de los enfermos?

Si la persona ya está muerta, el sacerdote no administra el sacramento de la unción de los enfermos. En su lugar, reza la oración de los muertos para esa persona. Estas oraciones piden perdón a Dios por los pecados del difunto y que Dios lo reciba en el reino de los cielos (Rito de la Unción, 15). 

Unción de los enfermos: ¿Debe estar una persona muriéndose para poder recibir el sacramento de la unción de los enfermos?

La Unción de los Enfermos se puede administrar a los fieles que tienen uso de razón y cuyo estado de salud se ve seriamente afectado por enfermedad o vejez. (Can.1004 y Rito de la Unción 4)

Algunos ejemplos serían:
  • antes de una operación quirúrgica debido a una enfermedad grave; 
  • los ancianos cuya salud está seriamente debilitada; 
  • niños enfermos que tienen uso de razón. 
El Derecho Canónico indica que si hubiera duda de si la persona tiene uso de razón, o está seriamenta enferma o, incluso, muerta, el sacramento puede ser administrado (Canon 1005, Rito de la Unción 8, 10,12).

Fuentes: Rito de la Unción, Derecho Canónico

lunes, 27 de octubre de 2014

EXEQUIAS: Cuando un cristiano se suicida

¿Qué se le puede decir a la familia de un persona bautizada que se ha suicidado? Cuando una familia en esta situación viene a verte (o tú vas a verles) lo más importante, además de las palabras que uno pueda decir, es que se sientan acogidas, acompañadas y respetadas en su dolor.

Durante el funeral

El momento de escuchar y comentar las lecturas durante el funeral es muy especial porque no deben ser nuestras palabras las que se escuchen en la iglesia sino la palabra de Jesús.

En el funeral de Jimmy Romero le he preguntado a la familia si recordaban las primeras palabras de Jesús Resucitado a sus discípulos, sobre todo a esos discipulos que le habian abandonado e incluso negado en unas circunstancias trágicas para todos (sí, también para los discípulos), pero más que nadie para Jesús.

Las primeras palabras de Jesus fueron "paz a vosotros". Y, ¿las siguientes? Las siguientes palabras fueron "no tengais miedo". Es importante para la familia del difunto recordar estas palabras de Jesús en estos momentos de dolor y a veces de enfado.

Incluso cuando hemos abandonado y negado al Señor como Pedro, Judas, Andres, Santiago..., tambien estas palabras van dirigidas a nosotros: "Paz a vosotros", "No tengais miendo". Porque si en nuestros corazones solo hay miedo, desesperación, angustia, enojo y desánimo, entonces, tenemos ojos y no vemosoidos y no escuchamos más allá de nuestro orgullo, debilidad y pecado.

Esta es la diferencia, por ejemplo, entre Judas y Pedro. Al escuchar la invitación, "paz a vosotros" y "no tengais miedo", Pedro es capaz de ver más allá de su negación. En su corazón todavía queda espacio para esas palabras; mientras que en el corazón de Judas no queda ya espacio para lo que no sea su desgracia, su aflicción, su traición.

También tenemos que recordar las palabras del apóstol Tomás"Si no veo la marca de los clavos y meto los dedos en la herida de su costado, no creeré".

Tomás, como Pedro y los otros apóstoles, también creyó que estos no habian visto a Jesús sino a un fantasma. Nos debería llamar la atención que Tomás no ponga como condición para creer que le introduzcan a los ángeles y ejércitos celestiales; es decir, Tomás podría haber dicho: "Si no veo los coros y el ejército celestial del Salvador, no os creo".

Tomás tiene muy grabadas en su recuerdo las heridas de Jesús: "Si no veo las marcas de los clavos, la herida del costado"... Qué lección para nosotros! Qué fácil nos parece que es ser cristiano cuando todo nos marcha bien y que fácil es dudar de Dios cuando sufrimos, cuando estamos enfermos, cuando nuestros planes no se cumplen. A su modo, Tomás nos está diciendo que dudemos de la presencia de Jesús en nuestras vidas si ese Jesús no tiene el costado abierto y la marca de los clavos.

El sufrimiento, le enfermedad y la pobreza de las personas es lo que le permitió decir a madre Teresa"En vuestro rostro veo el rostro de Jesús". Damos testimonio de nuestra fe aceptando la cruz, el dolor, las dudas y las contradicciones de cada día. Es ahí donde damos testimonio de quienes somos. Y por eso, también en momentos como este nos reunimos alrededor del altar para compartir nuestro dolor y nuestra esperanza, nuestros pecados y nuestra fe.

Algunas personas nunca pudieron entender por qué Jesús hablaba con mujeres de mala fama, enfermas e impuras. No entendieron por que Jesús comía con pecadores y personas de mal vivir. Y mucho menos que Jesús ensalzara la fe los paganos. Estas mismas personas tampoco pueden entender al Jesús crucificado, con las heridas de su costado, manos y pies, todavía abiertas.

viernes, 26 de septiembre de 2014

EXEQUIAS: Eclesiastés 3,1-11

Eclesiastés 3,1-11

Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de derruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de desechar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Cada vez hay en España más bautizos a los 7 años: sin bautizar de bebés, quieren hacer la comunión, por M. Arrizabalaga

«Mamá, quiero hacer la comunión». A sus 9 años, Carlota Barrio ha repetido con tanta convicción esta petición a su madre a lo largo de los últimos cursos que el próximo sábado 24 de mayo se vestirá de blanco para recibir la Primera Comunión en la parroquia de Nuestra Señora del Dolor del Colegio Fundación Caldeiro de Madrid.

«Mira que no vas a tener vestido, ni regalos, ni fiesta, que la harás con el uniforme del colegio», le dije, pero aún así me contestó que sí y eso que sabe que lo que digo lo cumplo», relata su madre Carolina Fernández.

— Cristianos contra pronóstico

A Carlota, como a su hermano pequeño, no les bautizaron de pequeños. Su padre no es creyente y dejaron que fueran ellos quienes tomaran su decisión más adelante cuando estuvieran convencidos.

Por eso, preguntaron en varias ocasiones a su hija, intentando que no se dejara llevar por todo lo que rodea a la celebración. Un dato les llamaba la atención: su mejor amiga no iba a recibir el sacramento.

«Ha tenido todas las opciones y ha elegido que sí. Ella la va a hacer convencida. Irá con un vestido porque mi madre se lo regala, pero sabe que no va a tener regalos y que solo nos vamos a ir la familia a comer, nada más», asegura Fernández.

El pasado enero fue bautizada junto a otra docena de niños que, en su mayoría, han celebrado o celebrarán en los próximos días su Primera Comunión.

Fue el bautismo de niños de catequesis más multitudinario de los últimos años en esta parroquia. Entre ellos se encontraban Diego y Sofía, dos hermanos de 8 y 7 años que la harán el año que viene y que tampoco fueron bautizados al nacer.

«Queríamos dejarles a ellos la decisión, así lo hicimos con su hermano mayor y lo haremos con el pequeño», dice Beatriz, su madre.

«Son experiencias nuevas que están surgiendo alrededor de esta celebración», señala Juan Luis Martín Barrios, director del Secretariado de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, que explica cómo «con motivo de la Primera Comunión, niños que no habían sido bautizados piden ahora el bautismo».

En el caso de los adultos, tras un proceso catequético reciben el bautismo, la comunión y la confirmación en una misma celebración, a la que no acompaña el el boato social de las primeras comuniones infantiles.

— Algunas cifras españolas

La Conferencia Episcopal no ha cuantificado cuántos de los 250.000 niños que cada año reciben la Primera Comunión han sido bautizados para ello poco antes.

Solo que en 37 de las 69 diócesis fueron 1.269 niños en 2011.

Ese mismo año y en esas mismas 37 diócesis recibieron el bautismo 165 adultos «y se iniciaban en la fe otros 260 para 2012», señala Martín Barrios, quien advierte de que «el caso de adultos que no recibieron la fe de sus padres y ahora la solicitan también está creciendo en España».

Según la Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia, un total de 10.345 personas mayores de 7 años fueron bautizadas en 2011, 2.323 más que en 2005.

— Contra «tantos gastos superfluos»

«La Iglesia ha cuidado la significatividad del sacramento, pero siempre ha procurado que fuera en la sencillez y en la dignidad. Ha sido nuestra sociedad de consumo la que se ha metido de lleno en las celebraciones sacramentales de la Primera Comunión, igual que en las bodas», señala Martín Barrios, que se muestra contrario a «tantos gastos superfluos».

«Nos preocupa más, como preocupó siempre, que el niño celebre lo que significa la Eucaristía, que sus padres y su familia le acompañen en la celebración y que no haya dispendios económicos, sociales… más aún en los tiempos de crisis», añade.

Los catequistas y sacerdotes piden a los niños «que no se centren en los regalos y que a la vez sea un día de poder compartir con los pobres».

El dinero que dejan los padres en la parroquia se destina fundamentalmente a ese fin vía Caritas, pero se intenta que sea también un acto catequético para los niños. Por eso piden que los propios menores entreguen una pequeña cantidad de lo que reciben a otros niños necesitados «para que tomen conciencia de lo que significa la relación de recibir la eucaristía y la caridad con los pobres», subraya Martín Barrios.

— Cuando sólo un padre se niega...

La decisión de los niños de hacer la Primera Comunión se topa en ocasiones con la negativa de alguno de los padres, sobre todo en los casos de separaciones o divorcios. «Nos llegan cartas de padres separados que pretenden que no se les dé la comunión a sus hijos», relata el director del Secretariado de Catequesis, que explica cómo «si el padre o la madre acompañan al niño que quiere hacer la comunión, la Iglesia no puede negársela porque es un derecho del niño».

Para que un niño reciba la Primera Comunión no es necesario que sus padres sean cristianos, «ni incluso para bautizar a un niño», señala Martín Barrios. Sí se pide a los padrinos que reúnan las condiciones necesarias porque «¿cómo va a apadrinar la fe de un niño quien no ha confirmado la suya?», se pregunta.

— Adelantar o retrasar la edad

Los niños deben asistir a dos años de catequesis que por lo general comienza a los 8 años para realizar la Primera Comunión en torno a los 9 años, en 3º de Primaria, la edad que desde los años 70 se estima adecuada.

«En el Código de Derecho Canónigo se dice que debe hacerse “con el uso de razón”», explica el sacerdote, quien recuerda cómo antes se tomaba a los 6-7 años, pero ahora «los niños tienen todas las experiencias posibles antes de lo que teníamos nosotros, pero maduran más tarde. Lo que se pide es que tengan la madurez necesaria para conocer lo esencial de lo que celebran».

Por eso, Martin Barrios se muestra en contra de adelantar la edad en España, un debate que sigue presente. «Ahora mismo hay un niño que va a hacer la primera comunión en la parroquia que atiendo en un pueblecito de 250 habitantes al que yo le hubiera dado la Primera Comunión a los 7 años. ¿Qué ocurre? Que en las mismas circunstancias hay niños que no pisan la Iglesia, que no vienen a catequesis... esos niños no estarían preparados a esa edad». Añade que es un tema delicado «porque depende de la familia, del ambiente que le rodea y de la madurez del niño».

Desde la Conferencia Episcopal se alienta para que el niño recorra un camino de iniciación cristiana desde la familia, pase por una etapa de despertar religioso a los 6 y 7 años antes de asistir a la catequesis de iniciación sacramental a los 8 y 9, con la Primera Penitencia y la Primera Comunión, y a partir de los 10 a 12 en adelante continúe su personalización de la fe para recibir la confirmación.

«Ahora nos centramos mucho en cómo se hace cristiano el niño, el adolescente… o el adulto. A un niño se le atiende, se le educa en la fe y cuando se cree conveniente que de acuerdo con su edad ha madurado en la fe se le da el sacramento», subraya Martín Barrios.

Fuente: abc.com

La oración de los fieles, por el P. José María Iraburu

La Oración de los fieles en la Santa Misa es una gran Oración que el Concilio Vaticano II restableció «de acuerdo con la primitiva norma de los Santos Padres» (Sacrosanctum Concilium 53).

Tiene su origen en los Apóstoles, como se ve en algunas exhortaciones de San Pablo: «ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto» (1Tim 2,1-2).

En esta gran Oración universal litúrgica «el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres» (Ordenación Gral. del Misal Romano 45), y «es muy útil para manifestar y favorecer la activa participación» de los fieles (ib.16).

La Iglesia se manifiesta en esa magna Oratio como «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). La Esposa de Cristo, ya en documentos muy antiguos, tiene por la fe una conciencia cierta de que ella está causando continuamente con el Salvador el bien espiritual del mundo entero: «para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo» (Carta a Digneto VI,1; después del 150). 

En la solemne liturgia de Viernes Santo se mantuvieron siempre una serie de oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia.

–Las principales normas litúrgicas para la Oración de los fieles las hallamos en el –Concilio Vaticano II (1963, SC 50), en las instrucciones dadas en un fascículo por el –Consilium postconciliar para la renovación de la liturgia (17-IV-1966), en la –Ordenación General del Misal Romano (1970, nº 16, 45-47) y en las –Orientaciones Pastorales que la Comisión Episcopal de Liturgia y su Secretariado establecieron como introducción a la obra.

Dispone el Concilio que la Oración común o universal de los fieles se haga «después del Evangelio y de la homilía» (SC 53). «Toca al sacerdote celebrante dirigir estas súplicas, invitar a los fieles a la oración con una breve monición y concluir las preces. Conviene que sea un diácono o un cantor el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa sus súplicas o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio» (OGMR 47).

«De suyo ha de ser un solo ministro el que proponga las intenciones, salvo que sea conveniente usar más de una lengua en las peticiones. La formulación de las intenciones por varias personas que van turnándose, exagera el carácter funcional de esta parte de la Oración de los fieles y resta importancia a la súplica de la asamblea» (Orientaciones 9). Esta norma se infringe con frecuencia, también en las celebraciones más solemnes de la Misa: Congresos Eucarísticos, etc.

La serie de intenciones, normalmente, serán las siguientes:

1- Por las necesidades de la Iglesia.
2- Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
3- Por los que sufren cualquier dificultad.
4- Por la comunidad local» (OGMR 46; cf. Orientaciones, 10).

Fuente: infocatolica.com

sábado, 20 de septiembre de 2014

EXEQUIAS/ Filipenses 1,20c-24.27a

Filipenses 1,20c-24.27a

Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.

lunes, 18 de agosto de 2014

De aquellos a quienes se ha de administrar la unción de los enfermos (Codigo de Derecho Canónico, nn.1004-1007)

CAPÍTULO III
DE AQUELLOS A QUIENES SE HA DE ADMINISTRAR EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

1004  § 1.    Se puede administrar la unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.

§ 2.    Puede reiterarse este sacramento si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de nuevo una enfermedad grave, o si, durante la misma enfermedad, el peligro se hace más grave.

1005  En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de razón, sufre una enfermedad grave o ha fallecido ya, adminístresele este sacramento.

1006  Debe administrarse este sacramento a los enfermos que, cuando estaban en posesión de sus facultades, lo hayan pedido al menos de manera implícita.

1007  No se dé la unción de los enfermos a quienes persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto.

Del ministro de la unción de los enfermos (Código de Derecho Canónico, n. 1003)

CAPÍTULO II
DEL MINISTRO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

1003  § 1.    Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos.

§ 2.    Todos los sacerdotes con cura de almas tienen la obligación y el derecho de administrar la unción de los enfermos a los fieles encomendados a su tarea pastoral; pero, por una causa razonable, cualquier otro sacerdote puede administrar este sacramento, con el consentimiento al menos presunto del sacerdote al que antes se hace referencia.

§ 3.    Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera que, en caso de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

Unción de los enfermos: De la celebración del sacramento (Cann. 999-1002, Código de Derecho Canónico)

CAPÍTULO I
DE LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO

999 Además del Obispo, pueden bendecir el óleo que se emplea en la unción de los enfermos:

l quienes por derecho se equiparan al Obispo diocesano;

2 en caso de necesidad, cualquier presbítero, pero dentro de la celebración del sacramento.

1000  § 1.    Las unciones han de hacerse cuidadosamente, con las palabras orden y modo prescritos en los libros litúrgicos; sin embargo, en caso de necesidad, basta una sola unción en la frente, o también en otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula completa.

§ 2.    El ministro ha de hacer las unciones con la mano, a no ser que una razón grave aconseje el uso de un instrumento.

1001  Los pastores de almas y los familiares del enfermo deben procurar que sea reconfortado en tiempo oportuno con este sacramento.

1002  La celebración común de la unción de los enfermos para varios enfermos al mismo tiempo, que estén debidamente preparados y rectamente dispuestos, puede hacerse de acuerdo con las prescripciones del Obispo diocesano.

Código de Derecho Canónico: LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS (Cann.998-1007)

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN EL DERECHO CANÓNICO
DE LA IGLESIA CATÓLICA

TÍTULO V
DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS (Cann.998–1007)

998 La unción de los enfermos, con la que la Iglesia encomienda los fieles gravemente enfermos al Señor doliente y glorificado, para que los alivie y salve, se administra ungiéndoles con óleo y diciendo las palabras prescritas en los libros litúrgicos.