lunes, 3 de noviembre de 2014

El duelo no se cura, se transforma y se vive con dignidad y amor, por Carlota Fominaya

Los cuidados y tranquilos jardines de la Fundación Instituto San José invitan al recogimiento. A ellos dan las ventanas de todos y cada uno de los diez edificios de construcción neomudéjar que componen el complejo hospitalario de la orden Hermanos de San Juan de Dios. En este lugar, de 115 años de antigüedad, tiene lugar el programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas y sus familiares puesto en marcha por Obra Social «La Caixa». La iniciativa se dirige a cubrir las necesidades de atención psicosocial en los cuidados paliativos y, desde su puesta en marcha el pasado mes de enero, ha atendido a 62.170 pacientes y 91.985 familiares en los 61 centros hospitalarios de toda España en los que se desarrolla. Sólo en atención al duelo, han sido 3.963 personas las que han recibido ayuda.

Uno de los beneficiarios es Deogracias Del Río Martín, de 73 años, viudo desde principios de año, y que ha encontrado en estos grupos la ayuda necesaria para seguir viviendo tras la muerte de su mujer el pasado mes de enero. «Si no hubiera recibido esta ayuda, tendría una depresión de caballo. Acudir a terapia ha sacado de mi gran dolor», reconoce este hombre.

«El duelo no se cura. De hecho, se vive toda la vida. Pero se aprende a llevarlo, a sostenerlo con dignidad y con amor», explica Roberto Álvarez, psicólogo psicoterapeuta especialista en duelo de la Fundación Instituto San José, y el profesional que lidera en este centro el programa de Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas y sus familiares puesto en marcha por Obra Social «La Caixa».

Lo normal, remarca el psicólogo de la Fundación Instituto San José, es que las personas se enfrenten de manera sana a su duelo pero siempre hay un porcentaje pequeño que desarrolla un duelo patológico. La clave está en recibir el apoyo de este tipo de grupos, que por lo general tienen una duración de 4 a 6 meses. En ellos se enseña a elaborar el duelo. «Porque este no se pasa, ni se cura con el tiempo. Se transforma», matiza Álvarez. En estos programas, prosigue este especialista, «se aprende a convertir la rabia y la tristeza de la pérdida del ser querido en una sensación de paz recordando al ser querido», añade.

Día de los Difuntos

Es verdad que fechas señaladas como el próximo Día de los Difuntos, el aniversario de la boda, del fallecimiento... suponen para estas personas lo que los expertos llaman «picos de duelo», pero a la larga, el gran problema de una persona que acaba de perder a un ser querido es la soledad. Por eso, advierte este psicólogo, «teniendo en cuenta que esa persona va a estar siempre de uno mismo, y teniendo en cuenta que habrá momentos de vacío y de tristeza, hay que aprender a decir hola a nuevas amistades, vínculos e intereses. Hay que aprender a ser autónomo».

Como también hay muchas personas que después de un gran sufrimiento como es la pérdida de un hijo, de la pareja, de un progenitor, se transforman, y eligen vivir por un motivo, una causa o un valor. «Son personas que convierten su sufrimiento en una experiencia de transformación y maduración, de crecimiento personal... y que le vuelven a dar un sentido a la vida», apunta Álvarez. El caso es, concluye este experto de la Fundación Instituto San José, «conseguir que vuelvan a vivir la vida con valor».

Fuente: abc.es

martes, 28 de octubre de 2014

Unción de los enfermos: ¿Puede un diácono o un laico administrar el sacramento de la unción de los enfermos?

El Óleo de los Enfermos se utiliza sólo en la unción que se recibe durante el sacramento y solamente un sacerdote puede administrar válidamente este sacramento. Por esta razón, a los diáconos, a los ministros de la comunión a los enfermos u otras personas que rezan con los enfermos, se les aconseja no utilizar ningún tipo de aceite para evitar dar la impresión de celebrar el sacramento de la unción de los enfermos.

Fuentes: Rito de la Unción, Derecho Canónico

Unción de los Enfermos: Cuando la persona ya está muerta, ¿se le puede administrar el sacramento de la unción de los enfermos?

Si la persona ya está muerta, el sacerdote no administra el sacramento de la unción de los enfermos. En su lugar, reza la oración de los muertos para esa persona. Estas oraciones piden perdón a Dios por los pecados del difunto y que Dios lo reciba en el reino de los cielos (Rito de la Unción, 15). 

Unción de los enfermos: ¿Debe estar una persona muriéndose para poder recibir el sacramento de la unción de los enfermos?

La Unción de los Enfermos se puede administrar a los fieles que tienen uso de razón y cuyo estado de salud se ve seriamente afectado por enfermedad o vejez. (Can.1004 y Rito de la Unción 4)

Algunos ejemplos serían:
  • antes de una operación quirúrgica debido a una enfermedad grave; 
  • los ancianos cuya salud está seriamente debilitada; 
  • niños enfermos que tienen uso de razón. 
El Derecho Canónico indica que si hubiera duda de si la persona tiene uso de razón, o está seriamenta enferma o, incluso, muerta, el sacramento puede ser administrado (Canon 1005, Rito de la Unción 8, 10,12).

Fuentes: Rito de la Unción, Derecho Canónico

lunes, 27 de octubre de 2014

EXEQUIAS: Cuando un cristiano se suicida

¿Qué se le puede decir a la familia de un persona bautizada que se ha suicidado? Cuando una familia en esta situación viene a verte (o tú vas a verles) lo más importante, además de las palabras que uno pueda decir, es que se sientan acogidas, acompañadas y respetadas en su dolor.

Durante el funeral

El momento de escuchar y comentar las lecturas durante el funeral es muy especial porque no deben ser nuestras palabras las que se escuchen en la iglesia sino la palabra de Jesús.

En el funeral de Jimmy Romero le he preguntado a la familia si recordaban las primeras palabras de Jesús Resucitado a sus discípulos, sobre todo a esos discipulos que le habian abandonado e incluso negado en unas circunstancias trágicas para todos (sí, también para los discípulos), pero más que nadie para Jesús.

Las primeras palabras de Jesus fueron "paz a vosotros". Y, ¿las siguientes? Las siguientes palabras fueron "no tengais miedo". Es importante para la familia del difunto recordar estas palabras de Jesús en estos momentos de dolor y a veces de enfado.

Incluso cuando hemos abandonado y negado al Señor como Pedro, Judas, Andres, Santiago..., tambien estas palabras van dirigidas a nosotros: "Paz a vosotros", "No tengais miendo". Porque si en nuestros corazones solo hay miedo, desesperación, angustia, enojo y desánimo, entonces, tenemos ojos y no vemosoidos y no escuchamos más allá de nuestro orgullo, debilidad y pecado.

Esta es la diferencia, por ejemplo, entre Judas y Pedro. Al escuchar la invitación, "paz a vosotros" y "no tengais miedo", Pedro es capaz de ver más allá de su negación. En su corazón todavía queda espacio para esas palabras; mientras que en el corazón de Judas no queda ya espacio para lo que no sea su desgracia, su aflicción, su traición.

También tenemos que recordar las palabras del apóstol Tomás"Si no veo la marca de los clavos y meto los dedos en la herida de su costado, no creeré".

Tomás, como Pedro y los otros apóstoles, también creyó que estos no habian visto a Jesús sino a un fantasma. Nos debería llamar la atención que Tomás no ponga como condición para creer que le introduzcan a los ángeles y ejércitos celestiales; es decir, Tomás podría haber dicho: "Si no veo los coros y el ejército celestial del Salvador, no os creo".

Tomás tiene muy grabadas en su recuerdo las heridas de Jesús: "Si no veo las marcas de los clavos, la herida del costado"... Qué lección para nosotros! Qué fácil nos parece que es ser cristiano cuando todo nos marcha bien y que fácil es dudar de Dios cuando sufrimos, cuando estamos enfermos, cuando nuestros planes no se cumplen. A su modo, Tomás nos está diciendo que dudemos de la presencia de Jesús en nuestras vidas si ese Jesús no tiene el costado abierto y la marca de los clavos.

El sufrimiento, le enfermedad y la pobreza de las personas es lo que le permitió decir a madre Teresa"En vuestro rostro veo el rostro de Jesús". Damos testimonio de nuestra fe aceptando la cruz, el dolor, las dudas y las contradicciones de cada día. Es ahí donde damos testimonio de quienes somos. Y por eso, también en momentos como este nos reunimos alrededor del altar para compartir nuestro dolor y nuestra esperanza, nuestros pecados y nuestra fe.

Algunas personas nunca pudieron entender por qué Jesús hablaba con mujeres de mala fama, enfermas e impuras. No entendieron por que Jesús comía con pecadores y personas de mal vivir. Y mucho menos que Jesús ensalzara la fe los paganos. Estas mismas personas tampoco pueden entender al Jesús crucificado, con las heridas de su costado, manos y pies, todavía abiertas.

viernes, 26 de septiembre de 2014

EXEQUIAS: Eclesiastés 3,1-11

Eclesiastés 3,1-11

Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de derruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de desechar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Cada vez hay en España más bautizos a los 7 años: sin bautizar de bebés, quieren hacer la comunión, por M. Arrizabalaga

«Mamá, quiero hacer la comunión». A sus 9 años, Carlota Barrio ha repetido con tanta convicción esta petición a su madre a lo largo de los últimos cursos que el próximo sábado 24 de mayo se vestirá de blanco para recibir la Primera Comunión en la parroquia de Nuestra Señora del Dolor del Colegio Fundación Caldeiro de Madrid.

«Mira que no vas a tener vestido, ni regalos, ni fiesta, que la harás con el uniforme del colegio», le dije, pero aún así me contestó que sí y eso que sabe que lo que digo lo cumplo», relata su madre Carolina Fernández.

— Cristianos contra pronóstico

A Carlota, como a su hermano pequeño, no les bautizaron de pequeños. Su padre no es creyente y dejaron que fueran ellos quienes tomaran su decisión más adelante cuando estuvieran convencidos.

Por eso, preguntaron en varias ocasiones a su hija, intentando que no se dejara llevar por todo lo que rodea a la celebración. Un dato les llamaba la atención: su mejor amiga no iba a recibir el sacramento.

«Ha tenido todas las opciones y ha elegido que sí. Ella la va a hacer convencida. Irá con un vestido porque mi madre se lo regala, pero sabe que no va a tener regalos y que solo nos vamos a ir la familia a comer, nada más», asegura Fernández.

El pasado enero fue bautizada junto a otra docena de niños que, en su mayoría, han celebrado o celebrarán en los próximos días su Primera Comunión.

Fue el bautismo de niños de catequesis más multitudinario de los últimos años en esta parroquia. Entre ellos se encontraban Diego y Sofía, dos hermanos de 8 y 7 años que la harán el año que viene y que tampoco fueron bautizados al nacer.

«Queríamos dejarles a ellos la decisión, así lo hicimos con su hermano mayor y lo haremos con el pequeño», dice Beatriz, su madre.

«Son experiencias nuevas que están surgiendo alrededor de esta celebración», señala Juan Luis Martín Barrios, director del Secretariado de Catequesis de la Conferencia Episcopal Española, que explica cómo «con motivo de la Primera Comunión, niños que no habían sido bautizados piden ahora el bautismo».

En el caso de los adultos, tras un proceso catequético reciben el bautismo, la comunión y la confirmación en una misma celebración, a la que no acompaña el el boato social de las primeras comuniones infantiles.

— Algunas cifras españolas

La Conferencia Episcopal no ha cuantificado cuántos de los 250.000 niños que cada año reciben la Primera Comunión han sido bautizados para ello poco antes.

Solo que en 37 de las 69 diócesis fueron 1.269 niños en 2011.

Ese mismo año y en esas mismas 37 diócesis recibieron el bautismo 165 adultos «y se iniciaban en la fe otros 260 para 2012», señala Martín Barrios, quien advierte de que «el caso de adultos que no recibieron la fe de sus padres y ahora la solicitan también está creciendo en España».

Según la Oficina de Estadística y Sociología de la Iglesia, un total de 10.345 personas mayores de 7 años fueron bautizadas en 2011, 2.323 más que en 2005.

— Contra «tantos gastos superfluos»

«La Iglesia ha cuidado la significatividad del sacramento, pero siempre ha procurado que fuera en la sencillez y en la dignidad. Ha sido nuestra sociedad de consumo la que se ha metido de lleno en las celebraciones sacramentales de la Primera Comunión, igual que en las bodas», señala Martín Barrios, que se muestra contrario a «tantos gastos superfluos».

«Nos preocupa más, como preocupó siempre, que el niño celebre lo que significa la Eucaristía, que sus padres y su familia le acompañen en la celebración y que no haya dispendios económicos, sociales… más aún en los tiempos de crisis», añade.

Los catequistas y sacerdotes piden a los niños «que no se centren en los regalos y que a la vez sea un día de poder compartir con los pobres».

El dinero que dejan los padres en la parroquia se destina fundamentalmente a ese fin vía Caritas, pero se intenta que sea también un acto catequético para los niños. Por eso piden que los propios menores entreguen una pequeña cantidad de lo que reciben a otros niños necesitados «para que tomen conciencia de lo que significa la relación de recibir la eucaristía y la caridad con los pobres», subraya Martín Barrios.

— Cuando sólo un padre se niega...

La decisión de los niños de hacer la Primera Comunión se topa en ocasiones con la negativa de alguno de los padres, sobre todo en los casos de separaciones o divorcios. «Nos llegan cartas de padres separados que pretenden que no se les dé la comunión a sus hijos», relata el director del Secretariado de Catequesis, que explica cómo «si el padre o la madre acompañan al niño que quiere hacer la comunión, la Iglesia no puede negársela porque es un derecho del niño».

Para que un niño reciba la Primera Comunión no es necesario que sus padres sean cristianos, «ni incluso para bautizar a un niño», señala Martín Barrios. Sí se pide a los padrinos que reúnan las condiciones necesarias porque «¿cómo va a apadrinar la fe de un niño quien no ha confirmado la suya?», se pregunta.

— Adelantar o retrasar la edad

Los niños deben asistir a dos años de catequesis que por lo general comienza a los 8 años para realizar la Primera Comunión en torno a los 9 años, en 3º de Primaria, la edad que desde los años 70 se estima adecuada.

«En el Código de Derecho Canónigo se dice que debe hacerse “con el uso de razón”», explica el sacerdote, quien recuerda cómo antes se tomaba a los 6-7 años, pero ahora «los niños tienen todas las experiencias posibles antes de lo que teníamos nosotros, pero maduran más tarde. Lo que se pide es que tengan la madurez necesaria para conocer lo esencial de lo que celebran».

Por eso, Martin Barrios se muestra en contra de adelantar la edad en España, un debate que sigue presente. «Ahora mismo hay un niño que va a hacer la primera comunión en la parroquia que atiendo en un pueblecito de 250 habitantes al que yo le hubiera dado la Primera Comunión a los 7 años. ¿Qué ocurre? Que en las mismas circunstancias hay niños que no pisan la Iglesia, que no vienen a catequesis... esos niños no estarían preparados a esa edad». Añade que es un tema delicado «porque depende de la familia, del ambiente que le rodea y de la madurez del niño».

Desde la Conferencia Episcopal se alienta para que el niño recorra un camino de iniciación cristiana desde la familia, pase por una etapa de despertar religioso a los 6 y 7 años antes de asistir a la catequesis de iniciación sacramental a los 8 y 9, con la Primera Penitencia y la Primera Comunión, y a partir de los 10 a 12 en adelante continúe su personalización de la fe para recibir la confirmación.

«Ahora nos centramos mucho en cómo se hace cristiano el niño, el adolescente… o el adulto. A un niño se le atiende, se le educa en la fe y cuando se cree conveniente que de acuerdo con su edad ha madurado en la fe se le da el sacramento», subraya Martín Barrios.

Fuente: abc.com

La oración de los fieles, por el P. José María Iraburu

La Oración de los fieles en la Santa Misa es una gran Oración que el Concilio Vaticano II restableció «de acuerdo con la primitiva norma de los Santos Padres» (Sacrosanctum Concilium 53).

Tiene su origen en los Apóstoles, como se ve en algunas exhortaciones de San Pablo: «ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto» (1Tim 2,1-2).

En esta gran Oración universal litúrgica «el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres» (Ordenación Gral. del Misal Romano 45), y «es muy útil para manifestar y favorecer la activa participación» de los fieles (ib.16).

La Iglesia se manifiesta en esa magna Oratio como «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). La Esposa de Cristo, ya en documentos muy antiguos, tiene por la fe una conciencia cierta de que ella está causando continuamente con el Salvador el bien espiritual del mundo entero: «para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo» (Carta a Digneto VI,1; después del 150). 

En la solemne liturgia de Viernes Santo se mantuvieron siempre una serie de oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia.

–Las principales normas litúrgicas para la Oración de los fieles las hallamos en el –Concilio Vaticano II (1963, SC 50), en las instrucciones dadas en un fascículo por el –Consilium postconciliar para la renovación de la liturgia (17-IV-1966), en la –Ordenación General del Misal Romano (1970, nº 16, 45-47) y en las –Orientaciones Pastorales que la Comisión Episcopal de Liturgia y su Secretariado establecieron como introducción a la obra.

Dispone el Concilio que la Oración común o universal de los fieles se haga «después del Evangelio y de la homilía» (SC 53). «Toca al sacerdote celebrante dirigir estas súplicas, invitar a los fieles a la oración con una breve monición y concluir las preces. Conviene que sea un diácono o un cantor el que lea las intenciones. La asamblea entera expresa sus súplicas o con una invocación común, que se pronuncia después de cada intención, o con la oración en silencio» (OGMR 47).

«De suyo ha de ser un solo ministro el que proponga las intenciones, salvo que sea conveniente usar más de una lengua en las peticiones. La formulación de las intenciones por varias personas que van turnándose, exagera el carácter funcional de esta parte de la Oración de los fieles y resta importancia a la súplica de la asamblea» (Orientaciones 9). Esta norma se infringe con frecuencia, también en las celebraciones más solemnes de la Misa: Congresos Eucarísticos, etc.

La serie de intenciones, normalmente, serán las siguientes:

1- Por las necesidades de la Iglesia.
2- Por los que gobiernan el Estado y por la salvación del mundo.
3- Por los que sufren cualquier dificultad.
4- Por la comunidad local» (OGMR 46; cf. Orientaciones, 10).

Fuente: infocatolica.com

sábado, 20 de septiembre de 2014

EXEQUIAS/ Filipenses 1,20c-24.27a

Filipenses 1,20c-24.27a

Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.

lunes, 18 de agosto de 2014

De aquellos a quienes se ha de administrar la unción de los enfermos (Codigo de Derecho Canónico, nn.1004-1007)

CAPÍTULO III
DE AQUELLOS A QUIENES SE HA DE ADMINISTRAR EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

1004  § 1.    Se puede administrar la unción de los enfermos al fiel que, habiendo llegado al uso de razón, comienza a estar en peligro por enfermedad o vejez.

§ 2.    Puede reiterarse este sacramento si el enfermo, una vez recobrada la salud, contrae de nuevo una enfermedad grave, o si, durante la misma enfermedad, el peligro se hace más grave.

1005  En la duda sobre si el enfermo ha alcanzado el uso de razón, sufre una enfermedad grave o ha fallecido ya, adminístresele este sacramento.

1006  Debe administrarse este sacramento a los enfermos que, cuando estaban en posesión de sus facultades, lo hayan pedido al menos de manera implícita.

1007  No se dé la unción de los enfermos a quienes persisten obstinadamente en un pecado grave manifiesto.

Del ministro de la unción de los enfermos (Código de Derecho Canónico, n. 1003)

CAPÍTULO II
DEL MINISTRO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

1003  § 1.    Todo sacerdote, y sólo él, administra válidamente la unción de los enfermos.

§ 2.    Todos los sacerdotes con cura de almas tienen la obligación y el derecho de administrar la unción de los enfermos a los fieles encomendados a su tarea pastoral; pero, por una causa razonable, cualquier otro sacerdote puede administrar este sacramento, con el consentimiento al menos presunto del sacerdote al que antes se hace referencia.

§ 3.    Está permitido a todo sacerdote llevar consigo el óleo bendito, de manera que, en caso de necesidad, pueda administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

Unción de los enfermos: De la celebración del sacramento (Cann. 999-1002, Código de Derecho Canónico)

CAPÍTULO I
DE LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO

999 Además del Obispo, pueden bendecir el óleo que se emplea en la unción de los enfermos:

l quienes por derecho se equiparan al Obispo diocesano;

2 en caso de necesidad, cualquier presbítero, pero dentro de la celebración del sacramento.

1000  § 1.    Las unciones han de hacerse cuidadosamente, con las palabras orden y modo prescritos en los libros litúrgicos; sin embargo, en caso de necesidad, basta una sola unción en la frente, o también en otra parte del cuerpo, diciendo la fórmula completa.

§ 2.    El ministro ha de hacer las unciones con la mano, a no ser que una razón grave aconseje el uso de un instrumento.

1001  Los pastores de almas y los familiares del enfermo deben procurar que sea reconfortado en tiempo oportuno con este sacramento.

1002  La celebración común de la unción de los enfermos para varios enfermos al mismo tiempo, que estén debidamente preparados y rectamente dispuestos, puede hacerse de acuerdo con las prescripciones del Obispo diocesano.

Código de Derecho Canónico: LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS (Cann.998-1007)

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN EL DERECHO CANÓNICO
DE LA IGLESIA CATÓLICA

TÍTULO V
DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS (Cann.998–1007)

998 La unción de los enfermos, con la que la Iglesia encomienda los fieles gravemente enfermos al Señor doliente y glorificado, para que los alivie y salve, se administra ungiéndoles con óleo y diciendo las palabras prescritas en los libros litúrgicos.

domingo, 3 de agosto de 2014

EL SIGNO DE LA PAZ, ¿CAUSA DE DIVISIÓN? Por Nestor Mora Núñez (resumen)

El prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cardenal Antonio Cañizares Llovera, ha enviado hace unos días un documento al presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) donde se recogen las conclusiones del debate abierto sobre la oportunidad o no de mantener el signo de la Paz en la forma y el momento que está teniendo lugar durante la Misa. El texto ha sido confirmado y aprobado por el Papa Francisco. En el este texto se indica que se mantiene el rito tal como está ahora, pero se advierte en contra de los excesos y abusos que a veces se cometen.

El signo de la paz lleva dentro de la celebración eucarística desde los primeros siglos, tanto en Oriente como en Occidente. Durante los siglos IV-V, en Roma se situaba inmediatamente después de la plegaria eucarística y estaba relacionado con ella. Tiempo después se vinculó a la petición de perdón en el Padrenuestro, uniéndose a este como preparación para la comunión.

¿En qué consiste el signo? En un beso o un saludo que evidencia y comunica que perdonamos, sin restricciones, a quienes nos han hecho daño. Hoy en día este signo ha ido cambiando el significado, haciendo que busquemos saludar a cuantas más personas mejor, divertirnos, cantar y hasta crear coreografías diversas. Se ha convertido en un signo de integración social que rompe el “incómodo rato”, que hemos estado preparándonos para recibir la Eucaristía. Algunas personas ven en este signo de paz una pre-comunión, debido a que la Eucaristía pierde su sentido de comunión con Dios, que se desplaza hacia la comunión con la comunidad.

En ese sentido, esta nota emitida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, viene a recordarnos qué comunicamos con el signo y la forma correcta de darlo, para que el significado se ajuste al objetivo.

Es interesante reseñar que muchas personas se han sentido atacadas por este texto, ya que les conmina a ajustar tanto la forma del signo, como su significado. Por ello lo entienden como un ataque de la “jerarquía” a su “religión”. Esta precisión del signo busca que todos celebremos el mismo rito y no ritos adaptados a cada comunidad. Es interesante reflexionar sobre las razones por las que el signo de la Paz puede separarnos.

Fuente: religionenlibertad.com

sábado, 2 de agosto de 2014

EL SIGNIFICADO RITUAL DEL DON DE LA PAZ EN LA MISA Carta circular de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos


1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.

2. En la tradición litúrgica romana el signo de la paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3].

Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado.

El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.

3. En la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis el Papa Benedicto XVI había confiado a esta Congregación la tarea de considerar la problemática referente al signo de la paz [6], con el fin de salvaguardar el valor sagrado de la celebración eucarística y el sentido del misterio en el momento de la Comunión sacramental: «La Eucaristía es por su naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana. [...] Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos» [7].

4. El Papa Benedicto XVI, además de destacar el verdadero sentido del rito y del signo de la paz, ponía en evidencia su gran valor como aportación de los cristianos, para colmar, mediante su oración y testimonio, las angustias más profundas e inquietantes de la humanidad contemporánea. Por esta razón, renovaba su invitación a cuidar este rito y a llevar a cabo este signo litúrgico con sentido religioso y sobriedad.

5. El Dicasterio, en base a las disposiciones del Papa Benedicto XVI, se dirigió a las Conferencias de los Obispos en mayo de 2008 pidiendo su parecer sobre si mantener el signo de la paz antes de la Comunión, donde se encuentra ahora, o si cambiarlo a otro momento, con el fin de mejorar la comprensión y el desarrollo de tal gesto. Tras una profunda reflexión, se ha visto conveniente conservar en la liturgia romana el rito de la paz en su puesto tradicional y no introducir cambios estructurales en el Misal Romano. Se ofrecen a continuación algunas disposiciones prácticas para expresar mejor el contenido del signo de la paz y para moderar los excesos, que suscitan confusión en la asamblea litúrgica justo antes de la Comunión.

6. El tema tratado es importante. Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía. Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo de una oportuna catequesis al respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias prácticas:

a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por circunstancias concretas, o se retiene pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit: Offerte vobis pacem” [8].

b) En base a las presentes reflexiones, puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años, se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.

c) De todos modos, será necesario que en el momento de darse la paz se eviten algunos abusos tales como:

La introducción de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano [9].

Los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz.

El que el sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles.

Que en algunas circunstancias, como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el Matrimonio, las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los presentes [10].

d) Se invita igualmente a todas las Conferencias de los Obispos a preparar catequesis litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la liturgia romana y sobre se correcto desarrollo en la celebración de la Santa Misa. A éste propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas orientativas.

7. La íntima relación entre lex orandi y lex credendi debe obviamente extenderse a la lex vivendi. Conseguir hoy un compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de un mundo más justo y pacífico implica una comprensión más profunda del significado cristiano de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica. Se invita, pues, con insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de ello depende la calidad de nuestra participación eucarística y el que nos veamos incluidos entre los que meren la gracia prometida en las bienaventuranzas a los trabajan y construyen la paz [11].

8. Al finalizar estas consideraciones, se exhorta a los Obispos y, bajo su guía, a los sacerdotes a considerar y profundizar el significado espiritual del rito de la paz, tanto en la celebración de la Santa Misa como en la propia formación litúrgica y espiritual o en la oportuna catequesis a los fieles. Cristo en nuestra paz [12], la paz divina, anunciada por los profetas y por los ángeles, y que Él ha traído al mundo con su misterio pascual. Esta paz del Señor Resucitado es invocada, anunciada y difundida en la celebración, también a trabes de un gesto humano elevado al ámbito sagrado.

El Santo Padre Francisco, el 7 de junio de 2014, ha aprobado y confirmado cuanto se contiene en esta Carta circular, preparado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y ha dispuesto su publicación.

En la sede la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 8 de junio de 2014, en la solemnidad de Pentecostés.

ANTONIO Card. CAÑIZARES LLOVERA
Prefecto

ARTHUR ROCHE
Arzobispo Secretario

.........................................................

[1] Jn 14, 27.

[2] Cf. Jn 20, 19-23.

[3] Cf. MISSALE ROMANUM ex decreto SS. Concilii Tridentini restitutum summorum pontificum cura recognitum, Editio typica, 1962, Ritus servandus, X, 3.

[4] CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. Redemptionis sacramentum, 25 marzo 2004, n. 71: AAS 96 (2004) 571.

[5] MISSALE ROMANUM, ex decreto sacrosanctii Oecumenici Concilii Vaticani II instauratum, auctoritate Pauli Pp. VI promulgatum, Ioannis Pauli Pp. II cura recognitum, editio typica tertia, diei 20 aprilis 2000, Typis Vaticanis, reimpressio emendata 2008, Ordenación General del Misal Romano, 2. 82. Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. post-sinodal, Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49: AAS 99 (2007) 143.

[6] Cf. BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49, nota n. 150: AAS 99 (2007) 143.

[7] BENEDICTO XVI, Exhort. Apost. Sacramentum caritatis, 22 febrero 2007, n. 49: AAS 99 (2007) 143.

[8] MISSALE ROMANUM, Ordo Missae, n. 128.

[9] En el Rito romano no está tradicionalmente previsto un canto para la paz porque se prevé un tiempo brevísimo para dar la paz sólo a los más cercanos. El canto de la paz sugiere, por el contrario, un tiempo mucho más amplio para el intercambio de la paz.

[10] Cf. Ordenación General del Misal Romano, n. 82: «Conviene, sin embargo, que cada uno exprese sobriamente la paz sólo a los que tiene más cerca»; n. 154: «El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo siempre dentro del presbiterio, para no alterar la celebración. Hágase del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles»; CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. Redemptionis sacramentum, 25 marzo 2004, n. 72: AAS 96 (2004) 572.

[11] Cf. Mt 5, 9ss.

[12] Cf. Ef 2, 14.

¿Cómo que la misa es aburrida? por el cardenal Timothy Dolan


El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York y ex presidente de la conferencia episcopal estadounidense, tiene fama de buen comunicador, y de utilizar su propensión a la jovialidad y la chanza para ganarse a los medios y a los fieles. Pero no por ello diciendo sólo lo que unos y otros quieran o les convenga oír.

En un artículo publicado en la página web de su diócesis, no le duelen prendas a la hora de rebatir con energía a quienes alegan el "aburrimiento" de la misa como excusa para no asistir a ella ni siquiera cuando es obligatorio (los domingos y fiestas de guardar).

Por su interés y universalidad, y por la contundencia del cardenal Dolan en la argumentación y los ejemplos, lo reproducimos en su integridad.

¿La misa es aburrida?

“¡La misa es tan aburrida!”

¿Cuántas veces vosotros, padres, habéis oído a vuestros hijos decir estas palabras el domingo por la mañana? ¿Cuántas vosotros, profesores y catequistas, cuando los preparáis para la misa? Y, admitámoslo, ¿cuántas veces nos lo hemos dicho a nosotros mismos?

¿Qué decimos ante una afirmación tan desafortunada y casi sacrílega?

Bien, para empezar, simplemente respondemos: ¡No, no lo es! Tal vez encuentres que la misa sea aburrida, pero es más tu problema que un defecto de la misa.

Hay muchas actividades importantes de la vida que podemos considerar "aburridas": las visitas al dentista; los pacientes con insuficiencia renal me dicen que ir a diálisis tres veces a la semana no es nada emocionante; votar no es nada divertido. Pero las tres son importantes para nuestro bienestar y su valor no depende de nuestra euforia cuando las hacemos. La misa es, sin duda, más importante para la salud de nuestra alma que estos ejemplos.

Nuestro problema es el aburrimiento, y los comentaristas sociales dicen que hoy somos muy susceptibles al mismo, visto lo acostumbrados que estamos a titulares que duran treinta segundos o a cambiar de canal cuando el programa que estamos viendo nos hace bostezar.

Gracias a Dios, el valor de una persona o de un acontecimiento no depende de su tendencia a "aburrirnos" de vez en cuando. ¡La gente y los acontecimientos significativos no existen para entusiasmarnos, a no ser que seamos unos mocosos narcisistas y mimados!

Esto es especialmente verdad del Santo Sacrificio de la Misa. Creemos que cada Misa es la renovación del acontecimiento más importante, más crítico que ha ocurrido nunca: el sacrificio eterno, infinito de alabanza de Dios Hijo a Dios Padre, en una cruz en el Calvario, un Viernes llamado "Santo".

Si lo pensamos bien, los soldados romanos también estaban "aburridos" mientras se burlaban de Jesús y echaban los dados para ver cuál de ellos se quedaba con su túnica, la única propiedad que Él tenía.

Dos: no solemos ir a Misa para divertirnos, sino para rezar. Si las flores en el altar son bonitas; si la música es buena; si funciona el aire acondicionado; si la homilía es corta y llena de significado; si los participantes son amistosos… todo, seguramente, ayuda.

Pero la Misa funciona incluso cuando todo lo que he dicho antes no está -y, es triste decirlo, ¡a menudo no está!

Porque la Misa no es sobre nosotros, es sobre Dios. Y el valor de la Misa viene de nuestra simple y a la vez profunda convicción, basada en la fe, de que durante una hora el Domingo somos parte del más allá, elevados a lo eterno, partícipes del misterio, mientras nos unimos a Jesús en la acción de gracias, el amor, la expiación y el sacrificio que Él ofrece eternamente a Su Padre. Lo que Jesús hace siempre funciona y nunca es aburrido. La Misa no es una tarea rutinaria y tediosa que hacemos por Dios, sino un milagro que Jesús hace con y para nosotros.

Un señor me contó lo que significaba la comida familiar del domingo, el corazón de la semana cuando él era pequeño. ¡La comida era tan buena porque su madre cocinaba muy bien, y la mesa tan feliz porque su padre siempre estaba allí!

Incluso cuando se casó y tuvo sus propios hijos, iban a casa de sus padres para la comida dominical. Cuando sus hijos fueron más mayores le preguntaban si "tenían que ir", porque, sí, a veces la encontraban "aburrida". ¡Sí, tenéis que ir, porque no vamos por la comida, sino por amor, porque mamá y papá están ahí!

Se le llenaron los ojos de lágrimas mientras se acordaba de esto, porque cuando su madre y su padre envejecieron la comida no era tan buena ni la compañía tan chispeante, pero él nunca dejó de ir porque ese acontecimiento dominical tenía una significado muy profundo, aunque su madre quemara la lasaña y su padre diera cabezadas.

Y ahora, concluyó, daría lo que fuera para poder estar de nuevo allí, porque su madre ha fallecido y su padre está en una residencia de ancianos.

Ahora son él y su mujer los anfitriones de esa comida y él espera que sus tres hijos lleven, en un futuro, a sus esposas e hijos a la comida del domingo.

Veis, el valor de la comida del domingo no depende de la bondad de la comida; de lo caro que es el vino; de lo interesante que sea la conversación. Seguramente todo esto ayuda, pero lo que tiene real valor es el acontecimiento en sí mismo.

Lo mismo sucede con la comida del Domingo de nuestra familia espiritual: la Misa.

Hay gente que piensa que un partido en el estadio de los New York Yankees es aburrido; otros piensan lo mismo de la música country; hay gente que me dice que valores como la amistad, el voluntariado, la familia, la lealtad, la generosidad y el patriotismo están pasados de moda, ya no producen entusiasmo.

¡Diría que tienen un problema!

¡Y algunos me dicen que "la misa es tan aburrida..."!

Traducción de Helena Faccia Serrano.

domingo, 15 de junio de 2014

EXEQUIAS/Lecturas: Romanos 14,7-12

Romanos 14,7-12

Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos. Pero tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, pues dice la Escritura: ¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios. Así pues, cada uno de vosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.

EXEQUIAS/Lecturas: Sabiduría 3,1-9

Sabiduría 3,1-9

La vida de los justos está en manos de Dios y ningún tormento les afectará. Los insensatos pensaban que habían muerto; su tránsito les parecía una desgracia y su partida de entre nosotros, un desastre; pero ellos están en la paz. Aunque la gente pensaba que eran castigados, ellos tenían total esperanza en la inmortalidad. Tras pequeñas correcciones, recibirán grandes beneficios, pues Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como oro en crisol y los aceptó como sacrificio de holocausto. En el día del juicio resplandecerán y se propagarán como el fuego en un rastrojo. Gobernarán naciones, dominarán pueblos y el Señor reinará eternamente sobre ellos. Los que confían en él comprenderán la verdad y los fieles a su amor permanecerán a su lado, pues la gracia y la misericordia están destinadas a sus elegidos.

sábado, 7 de junio de 2014

CANTO PARA LA MISA DE RESURRECCIÓN (Exequias): La muerte no es el final


"La Muerte no es final":

Canción compuesta por el sacerdote español Cesáreo Gabaráin Azurmendi, (1936-1991) tras haber perdido a Juan Pedro, un joven de 17 años que era organista en su parroquia. El padre Cesáreo Gabaráin compuso centenares de canciones, algunas mundialmente conocidas como «Pescador de Hombres» (Tú has venido a la orilla...)

Canta por Fiorella Berrios una de las voces femeninas del Coro Cantaré.

Tú nos dijiste que la muerte,
no es el final del camino,
que aunque morimos no somos
carne de un ciego destino.

Tú nos hiciste, tuyos somos.
Nuestro destino es vivir
siendo felices contigo,
sin padecer ni morir.

Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la fe su esperanza.

En tu Palabra confiamos,
con la certeza que Tú
/ ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz. / (2)

Cuando, Señor, resucitaste,
todos vencimos contigo.
Nos regalaste la vida
como en Betania al amigo.

Si caminamos a tu lado,
no va a faltarnos tu amor,
/ porque, muriendo, vivimos
vida más clara y mejor. / (2)

CANTO PARA LA MISA DE RESURRECCIÓN (exequias): "Hacia ti morada santa"


Hacia ti, morada santa, 
hacia ti, tierra del salvador, 
peregrinos, caminantes, 
vamos hacia ti. 

venimos a tu mesa 
sellaremos tu pacto, 
comeremos tu carne, 
tu sangre nos limpiará.

Hacia ti, morada santa, 
hacia ti, tierra del salvador, 
peregrinos, caminantes, 
vamos hacia ti. 

reinaremos contigo, 
en tu morada santa, 
beberemos tu sangre, 
tu fe nos salvará.

Hacia ti, morada santa, 
hacia ti, tierra del salvador, 
peregrinos, caminantes, 
vamos hacia ti. 

somos tu pueblo santo 
que hoy camina unido 
tu vas entre nosotros, 
tu amor nos guiará.

Hacia ti, morada santa, 
hacia ti, tierra del salvador, 
peregrinos, caminantes, 
vamos hacia ti. 

tu eres el camino, 
tu eres la esperanza, 
hermano de los pobres. 
amen, aleluya.

Hacia ti, morada santa, 
hacia ti, tierra del salvador, 
peregrinos, caminantes, 
vamos hacia ti. 

jueves, 5 de junio de 2014

Bautismo: resumen (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1275-1284)

Resumen

1275 La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en Él.

1276 "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20).

1277 El Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según la voluntad del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia misma, a la que introduce el Bautismo.

1278 El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la Santísima Trinidad, es decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

1279 El fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva, por la cual el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo. Por la acción misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho partícipe del sacerdocio de Cristo.

1280 El Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el carácter, que consagra al bautizado al culto de la religión cristiana. Por razón del carácter, el Bautismo no puede ser reiterado (cf DS 1609 y 1624).

1281 Los que padecen la muerte a causa de la fe, los catecúmenos y todos los hombres que, bajo el impulso de la gracia, sin conocer la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir su voluntad, pueden salvarse aunque no hayan recibido el Bautismo (cf LG 16).

1282 Desde los tiempos más antiguos, el Bautismo es dado a los niños, porque es una gracia y un don de Dios que no suponen méritos humanos; los niños son bautizados en la fe de la Iglesia. La entrada en la vida cristiana da acceso a la verdadera libertad.

1283 En cuanto a los niños muertos sin bautismo, la liturgia de la Iglesia nos invita a tener confianza en la misericordia divina y a orar por su salvación.

1284 En caso de necesidad, toda persona puede bautizar, con tal que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

Sello espiritual indeleble... (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1272-1274)

Sello espiritual indeleble...

1272 Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo (cf Rm 8,29). El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (character) de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación (cf DS 1609-1619). Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado.

1273 Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto religioso cristiano (cf LG 11). El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la santa Liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz (cf LG 10).

1274 El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello con que el Espíritu Santo nos ha marcado "para el día de la redención" (Ef 4,30; cf Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el sello de la vida eterna" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio praedicationis apostolicae, 3). El fiel que "guarde el sello" hasta el fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo, podrá morir marcado con "el signo de la fe" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión bienaventurada de Dios —consumación de la fe— y en la esperanza de la resurrección.

Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1271)

Vínculo sacramental de la unidad de los cristianos

1271 El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica: "Los que creen en Cristo y han recibido válidamente el Bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica [...]. Justificados por la fe en el Bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos del Señor" (UR 3). "Por consiguiente, el bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él" (UR 22).

Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1267-1270)

Incorporados a la Iglesia, Cuerpo de Cristo

1267 El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. "Por tanto [...] somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los límites naturales o humanos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos: "Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo" (1 Co 12,13).

1268 Los bautizados vienen a ser "piedras vivas" para "edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo" (1 P 2,5). Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (1 P 2,9). El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.

1269 Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo (1 Co 6,19), sino al que murió y resucitó por nosotros (cf 2 Co 5,15). Por tanto, está llamado a someterse a los demás (Ef 5,21; 1 Co 16,15-16), a servirles (cf Jn 13,12-15) en la comunión de la Iglesia, y a ser "obediente y dócil" a los pastores de la Iglesia (Hb 13,17) y a considerarlos con respeto y afecto (cf 1 Ts 5,12-13). Del mismo modo que el Bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia (cf LG 37; CIC can. 208-223; CCEO, can. 675,2).

1270 Los bautizados "renacidos [por el bautismo] como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia" (LG 11) y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios (cf LG 17; AG 7,23).

Una criatura nueva (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1265-1266)

“Una criatura nueva”

1265 El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito "una nueva creatura" (2 Co 5,17), un hijo adoptivo de Dios (cf Ga 4,5-7) que ha sido hecho "partícipe de la naturaleza divina" (2 P 1,4), miembro de Cristo (cf 1 Co 6,15; 12,27), coheredero con Él (Rm 8,17) y templo del Espíritu Santo (cf 1 Co 6,19).

1266 La Santísima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que :

— le hace capaz de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo mediante las virtudes teologales;
— le concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante los dones del Espíritu Santo;
— le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales.

Así todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raíz en el santo Bautismo.

La gracia del Bautismo para la remisión de los pecados (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1262-1264)

VII. La gracia del Bautismo

1262 Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (cf Hch 2,38; Jn 3,5).

Para la remisión de los pecados...

1263 Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado (cf DS 1316). En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios.

1264 No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado, como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, etc., así como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscencia, o metafóricamente fomes peccati: «La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien "el que legítimamente luchare, será coronado" (2 Tm 2,5)» (Concilio de Trento: DS 1515).

La necesidad del Bautismo (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1257-1261)

VI. La necesidad del Bautismo

1257 El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación (cf Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones (cf Mt 28, 19-20; cf DS 1618; LG 14; AG 5). El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (cf Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer "renacer del agua y del Espíritu" a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, sin embargo, Él no queda sometido a sus sacramentos.

1258 Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre como el deseo del Bautismo, produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento.

1259 A los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento.

1260 "Cristo murió por todos y la vocación última del hombre en realmente una sola, es decir, la vocación divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido sólo por Dios, se asocien a este misterio pascual" (GS 22; cf LG 16; AG 7). Todo hombre que, ignorando el Evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrían deseado explícitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad.

1261 En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (cf 1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo Bautismo.

¿Quién puede bautizar? (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1256)

V. Quién puede bautizar

1256 Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia latina, también el diácono (cf CIC, can. 861,1; CCEO, can. 677,1). En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar (cf CIC can. 861, § 2) si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria. La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16).

Fe y Bautismo (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1253-1255)

Fe y Bautismo

1253 El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" y él responde: "¡La fe!".

1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.

1255 Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su tarea es una verdadera función eclesial (officium; cf SC 67). Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo.

¿Quién puede recibir el Bautismo? (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1246-1252)

IV. Quién puede recibir el Bautismo

1246 "Es capaz de recibir el Bautismo todo ser humano, aún no bautizado, y solo él" (CIC, can. 864: CCEO, can. 679).

El Bautismo de adultos

1247 En los orígenes de la Iglesia, cuando el anuncio del Evangelio está aún en sus primeros tiempos, el Bautismo de adultos es la práctica más común. El catecumenado (preparación para el Bautismo) ocupa entonces un lugar importante. Iniciación a la fe y a la vida cristiana, el catecumenado debe disponer a recibir el don de Dios en el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía.

1248 El catecumenado, o formación de los catecúmenos, tiene por finalidad permitir a estos últimos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una comunidad eclesial, llevar a madurez su conversión y su fe. Se trata de una "formación, aprendizaje o noviciado debidamente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro. Por lo tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en los tiempos sucesivos, e introducirlos en la vida de fe, la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios" (AG 14; cf. Ritual de iniciación cristiana de adultos, Prenotandos 19; Ibíd., Sobre el tiempo del catecumenado y de sus ritos 98).

1249 Los catecúmenos "están ya unidos a la Iglesia, pertenecen ya a la casa de Cristo y muchas veces llevan ya una una vida de fe, esperanza y caridad" (AG 14). "La madre Iglesia los abraza ya con amor tomándolos a sus cargo" (LG 14; cf CIC can. 206; 788).

El Bautismo de niños

1250 Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (cf Col 1,12-14), a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (cf CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1).

1251 Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado (cf LG 11; 41; GS 48; CIC can. 868).

1252 La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición inmemorial de la Iglesia. Está atestiguada explícitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando "casas" enteras recibieron el Bautismo (cf Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16), se haya bautizado también a los niños (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Pastoralis actio 4: AAS 72 [1980] 1139).

BAUTISMO: La mistagogía de la celebración (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1234-1245)

La mistagogia de la celebración

1234 El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza en cada nuevo bautizado.

1235 La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz.

1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada sacramental en la vida de fe.

1237 Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6,17).

1238 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con ella "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn 3,5).

1239 Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima Trinidad a través de la configuración con el misterio pascual de Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.

1240 En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del ministro: "N., yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". En las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia el Oriente, el sacerdote dice: "El siervo de Dios, N., es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". Y mientras invoca a cada persona de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el agua y lo saca de ella.

1241 La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey (cf. Ritual del Bautismo de niños, 62).

1242 En la liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el sacramento de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia una segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la Confirmación que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud a la unción bautismal.

1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el Cirio Pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,14; cf Flp 2,15).

El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios: el Padre Nuestro.

1244 La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial, el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y recibe el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una conciencia viva de la unidad de la iniciación cristiana, por lo que dan la sagrada comunión a todos los nuevos bautizados y confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando las palabras del Señor: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14). La Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía acercando al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.

1245 La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.

La Iniciación Cristiana (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1229-1233)

III. LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
La iniciación cristiana

1229 Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística.

1230 Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran desarrollo, con un largo periodo de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicamente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.

1231 Desde que el Bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacramento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.

1232 El Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, "el catecumenado de adultos, dividido en diversos grados" (SC 64). Sus ritos se encuentran en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (1972). Por otra parte, el Concilio ha permitido que "en tierras de misión, además de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que puedan acomodarse al rito cristiano" (SC 65; cf. SC 37-40).

1233 Hoy, pues, en todos los ritos latinos y orientales, la iniciación cristiana de adultos comienza con su entrada en el catecumenado, para alcanzar su punto culminante en una sola celebración de los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía (cf. AG 14; CIC can.851. 865-866). En los ritos orientales la iniciación cristiana de los niños comienza con el Bautismo, seguido inmediatamente por la Confirmación y la Eucaristía, mientras que en el rito romano se continúa durante unos años de catequesis, para acabar más tarde con la Confirmación y la Eucaristía, cima de su iniciación cristiana (cf. CIC can.851, 2. 868).

El Bautismo en la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1226-1228)

El Bautismo en la Iglesia

1226 Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: "Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa", declara san. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16,31-33).

1227 Según el apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él:

«¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6,3-4; cf Col 2,12).

Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).

1228 El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum ("Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento", In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).

El Bautismo de Cristo (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1223-1225)

El Bautismo de Cristo

1223 Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16).

1224 Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para "cumplir toda justicia" (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su "anonadamiento" (Flp 2,7). El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).

1225 En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).

«Considera dónde eres bautizado, de dónde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: Él padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (San Ambrosio, De sacramentis 2, 2, 6).

Prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza (Catecismo de la Iglesia Católica,nn.1217-1222)

II. EL BAUTISMO EN LA ECONOMÍA DE SALVACIÓN
Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza

1217 En la liturgia de la vigilia Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la Iglesia hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:

«¡Oh Dios! [...] que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del bautismo» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1218 Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios "se cernía" sobre ella (cf. Gn 1,2):

«¡Oh Dios!, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1219 La Iglesia ha visto en el arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua" (1 P 3,20):

«¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1220 Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo de la muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este simbolismo el bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.

1221 Sobre todo el paso del mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:

«Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los bautizados» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).

1222 Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que el pueblo de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva Alianza.

BAUTISMO: El nombre de este sacramento (Catecismo de la Iglesia Católica, nn.1214-1216)

I. El nombre de este sacramento

1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como "nueva criatura" (2 Co 5,17; Ga 6,15).

1215 Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5).

1216 "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado" (San Justino, Apología 1,61). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él mismo (Ef 5,8):

El Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios [...] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).

El Sacramento del Bautismo en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn.1213-1284)

2ª Parte : La celebración del misterio cristiano
2ª Sección: Los siete sacramentos de la Iglesia
Capítulo 1º: LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Artículo 1: EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra": Catecismo Romano 2,2,5).

De la prueba y anotación del bautismo administrado (Código de Derecho Canónico, nn.875-878)

Capítulo V: DE LA PRUEBA Y ANOTACIÓN 
DEL BAUTISMO ADMINISTRADO

875 Quien administra el bautismo procure que, si falta el padrino, haya al menos un testigo por el que pueda probarse su administración.

876 Si no se causa perjuicio a nadie, para probar el bautismo basta la declaración de un solo testigo inmune de toda sospecha, o el juramento del mismo bautizado, si recibió el sacramento siendo ya adulto.

877 § 1. El párroco del lugar en que se celebra el bautismo debe anotar diligentemente y sin demora en el libro de bautismo el nombre de los bautizados, haciendo mención del ministro, los padres, padrinos, testigos, si los hubo, y el lugar y día en que se administró, indicando asimismo el día y lugar del nacimiento.

§ 2. Cuando se trata de un hijo de madre soltera, se ha de inscribir el nombre de la madre, si consta públicamente su maternidad o ella misma lo pide voluntariamente por escrito o ante dos testigos; y también se ha de inscribir el nombre del padre, si su paternidad se prueba por documento público o por propia declaración ante el párroco y dos testigos; en los demás casos, se inscribirá sólo el nombre del bautizado, sin hacer constar para nada el del padre o de los padres.

§ 3. Si se trata de un hijo adoptivo, se inscribirá el nombre de quienes lo adoptaron y también, al menos si así se hace en el registro civil de la región, el de los padres naturales, según lo establecido en los § § 1 y 2, teniendo en cuenta las disposiciones de la Conferencia Episcopal.

878 Si el bautismo no fue administrado por el párroco ni estando él presente, el ministro, quienquiera que sea, debe informar al párroco de aquella parroquia en la cual se administró el sacramento, para que haga la inscripción según indica el c. 877 § 1.

De los padrinos (Código de Derecho Canónico, nn.872-874)

Capítulo IV: DE LOS PADRINOS

872 En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo.

873 Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una.

874 § 1. Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:

1. haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;

2. haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;

3. sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;

4. no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;

5. no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar.

§ 2. El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no católica sólo puede ser admitido junto con un padrino católico, y exclusivamente en calidad de testigo del bautismo.

De los que van a ser bautizados (Código de Derecho Canónico, nn.864-871)

Capítulo III: DE LOS QUE VAN A SER BAUTIZADOS

864 Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano aún no bautizado, y sólo él.

865 § 1. Para que pueda bautizarse a un adulto, se requiere que haya manifestado su deseo de recibir este sacramento, esté suficientemente instruido sobre las verdades de la fe y las obligaciones cristianas y haya sido probado en la vida cristiana mediante el catecumenado; se le ha de exhortar además a que tenga dolor de sus pecados.

§ 2. Puede ser bautizado un adulto que se encuentre en peligro de muerte si, teniendo algún conocimiento sobre las verdades principales de la fe, manifiesta de cualquier modo su intención de recibir el bautismo y promete que observará los mandamientos de la religión cristiana.

866 A no ser que obste una causa grave, el adulto que es bautizado debe ser confirmado inmediatamente después del bautismo y participar en la celebración eucarística, recibiendo también la comunión.

867 § 1. Los padres tienen obligación de hacer que los hijos sean bautizados en las primeras semanas; cuanto antes después del nacimiento e incluso antes de él, acudan al párroco para pedir el sacramento para su hijo y prepararse debidamente.

§ 2. Si el niño se encuentra en peligro de muerte, debe ser bautizado sin demora.

868 § 1. Para bautizar lícitamente a un niño, se requiere:

1. que den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos, o quienes legítimamente hacen sus veces;

2. que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo, según las disposiciones del derecho particular, haciendo saber la razón a sus padres.

§ 2. El niño de padres católicos, e incluso de no católicos, en peligro de muerte, puede lícitamente ser bautizado, aun contra la voluntad de sus padres.

869 § 1. Cuando hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado válidamente, y la duda persiste después de una investigación cuidadosa, se le ha de bautizar bajo condición.

§ 2. Los bautizados en una comunidad eclesial no católica, no deben ser bautizados bajo condición, a no ser que haya un motivo serio para dudar de la validez de su bautismo, atendiendo tanto a la materia y a la fórmula empleadas en su administración, como a la intención del bautizado, si era adulto, y del ministro.

§ 3. Si, en los casos de que tratan los § § 1 y 2, hay duda sobre la administración del bautismo o sobre su validez, no se debe administrar el sacramento antes de que se haya enseñado la doctrina sobre el mismo a quien ha de recibirlo, si es adulto, y se hayan manifestado a él, o a sus padres si se trata de un infante, los motivos por los cuales es dudosa la validez del bautismo anteriormente celebrado.

870 El niño expósito o que se halló abandonado, debe ser bautizado, a no ser que conste su bautismo después de una investigación diligente.

871 En la medida de lo posible se deben bautizar los fetos abortivos, si viven.

Del ministro del Bautismo (Código de Derecho Canónico, nn.861-863)

Capítulo II: DEL MINISTRO DEL BAUTISMO

861 § 1. Quedando en vigor lo que prescribe el c. 530,1, es ministro ordinario del bautismo el Obispo, el presbítero y el diácono.

§ 2. Si está ausente o impedido el ministro ordinario, administra lícitamente el bautismo un catequista u otro destinado para esta función por el Ordinario del lugar, y, en caso de necesidad, cualquier persona que tenga la debida intención; y han de procurar los pastores de almas, especialmente el párroco, que los fieles sepan bautizar debidamente.

862 Exceptuando el caso de necesidad, a nadie es lícito bautizar en territorio ajeno sin la debida licencia, ni siquiera a sus súbditos.

863 Ofrézcase al Obispo el bautismo de los adultos, por lo menos el de aquellos que han cumplido catorce años, para que lo administre él mismo, si lo considera conveniente.

De la celebración de Bautismo (Código de Derecho Canónico, nn.850-860)

Capítulo I:  DE LA CELEBRACIÓN DEL BAUTISMO

850 El bautismo se administra según el ritual prescrito en los libros litúrgicos aprobados, excepto en caso de necesidad urgente, en el cual deben cumplirse sólo aquellas cosas que son necesarias para la validez del sacramento.

851 Se ha de preparar convenientemente la celebración del bautismo; por tanto:

1. el adulto que desee recibir el bautismo ha de ser admitido al catecumenado y, en la medida de lo posible, ser llevado por pasos sucesivos a la iniciación sacramental, según el ritual de iniciación adaptado por la Conferencia Episcopal, y atendiendo a las normas peculiares dictadas por la misma;

2. los padres del niño que va a ser bautizado, y asimismo quienes asumirán la función de padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo; y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e incluso con la oración en común, reuniendo a varias familias, y visitándolas donde sea posible hacerlo.

852 § 1. Las disposiciones de los cánones sobre el bautismo de adultos se aplican a todos aquellos que han pasado de la infancia y tienen uso de razón.

§ 2. También por lo que se refiere al bautismo, el que no tiene uso de razón se asimila al infante.

853 Fuera del caso de necesidad, el agua que se emplea para administrar el bautismo debe estar bendecida según las prescripciones de los libros litúrgicos.

854 El bautismo se ha de administrar por inmersión o por infusión, de acuerdo con las normas de la Conferencia Episcopal.

855 Procuren los padres, los padrinos y el párroco que no se imponga un nombre ajeno al sentir cristiano.

856 Aunque el bautismo puede celebrarse cualquier día, es sin embargo aconsejable que, de ordinario, se administre el domingo o, si es posible, en la vigilia Pascual.

857 § 1. Fuera del caso de necesidad, el lugar propio para el bautismo es una iglesia u oratorio.

§ 2. Como norma general, el adulto debe bautizarse en la iglesia parroquial propia, y el niño en la iglesia parroquial de sus padres, a no ser que una causa justa aconseje otra cosa.

858 § 1. Toda iglesia parroquial ha de tener pila bautismal, quedando a salvo el derecho cumulativo ya adquirido por otras iglesias.

§ 2. El Ordinario del lugar, habiendo oído al párroco del lugar del que se trate, puede permitir o mandar que, para comodidad de los fieles, haya también pila bautismal en otra iglesia u oratorio dentro de los límites de la parroquia.

859 Si, por la lejanía u otras circunstancias, el que ha de ser bautizado no puede ir o ser llevado sin grave inconveniente a la iglesia parroquial o a aquella otra iglesia u oratorio de que se trata en el c. 858 § 2, puede y debe conferirse el bautismo en otra iglesia u oratorio más cercanos, o en otro lugar decente.

860 § 1. Fuera del caso de necesidad, no debe administrarse el bautismo en casas particulares, a no ser que el Ordinario del lugar lo hubiera permitido por causa grave.

§ 2. A no ser que el Obispo diocesano establezca otra cosa, el bautismo no debe celebrarse en los hospitales, exceptuando el caso de necesidad o cuando lo exija otra razón pastoral.

El Bautismo en el Código de Derecho Canónico (nn.849-878)

Código de Derecho Canónico
Libro IV: De la función de santificar la Iglesia
Parte I: De los sacramentos
Título I: DEL BAUTISMO (nn. 849 – 878)

849 El bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la Iglesia, quedando configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con agua verdadera acompañada de la debida forma verbal.

miércoles, 4 de junio de 2014

Matrimonio: De la sanación de raíz (Código de Derecho Canónico, nn.1161-1165)

Art. 2: DE LA SANACIÓN EN RAÍZ

1161§1. La sanación en la raíz de un matrimonio nulo es la convalidación del mismo, sin que haya de renovarse el consentimiento, concedida por la autoridad competente; y lleva consigo la dispensa del impedimento, si lo hay, y de la forma canónica, si no se observó, así como la retrotracción al pasado de los efectos canónicos.

§2. La convalidación tiene lugar desde el momento en el que se concede la gracia; y se entiende que la retrotracción alcanza hasta el momento en el que se celebró el matrimonio, a no ser que se diga expresamente otra cosa.

§3. Sólo debe concederse la sanación en la raíz cuando sea probable que las partes quieren perseverar en la vida conyugal.

1162§1. Si falta el consentimiento en las dos partes o en una de ellas, el matrimonio no puede sanarse en la raíz, tanto si el consentimiento faltó desde el comienzo, como si fue dado en el primer momento y luego fue revocado.

§2. Si faltó el consentimiento en el comienzo, pero fue dado posteriomente, puede concederse la sanación a partir del momento en el que se prestó el consentimiento.

1163§1. Puede sanarse el matrimonio nulo por impedimento o por defecto de la forma legítima, con tal de que persevere el consentimiento de ambas partes.

§2. El matrimonio nulo por un impedimento de derecho natural o divino positivo sólo puede sanarse una vez que haya cesado el impedimento.

1164 La sanación puede también concederse ignorándolo una de las partes o las dos; pero no debe otorgarse sin causa grave.

1165§1. La sanación en la raíz puede ser concedida por la Sede Apostólica.

§2. Puede ser concedida por el Obispo diocesano en cada caso, aun cuando concurran varios motivos de nulidad en un mismo matrimonio, cumpliéndose las condiciones establecidas en el ? c. 1125 para la sanación de los matrimonios mixtos; pero no puede otorgarla el Obispo si existe un impedimento cuya dispensa se reserva a la Sede Apostólica conforme al c. 1078 § 2, o se trata de un impedimento de derecho natural o divino positivo que ya haya cesado.

Matrimonio: De la convalidación del matrimonio; Art.1 De la convalidación simple (Código de Derecho Canónico, nn.1156-1160)

Capítulo X: DE LA CONVALIDACIÓN DEL MATRIMONIO
Art. 1: De la convalidación simple

1156§1. Para convalidar el matrimonio que es nulo por causa de un impedimento dirimente, es necesario que cese el impedimento o se obtenga dispensa del mismo, y que renueve el consentimiento por lo menos el cónyuge que conocía la existencia del impedimento.

§ 2. Esta renovación se requiere por derecho eclesiástico para la validez de la convalidación, aunque ya desde el primer momento ambos contrayentes hubieran dado su consentimiento y no lo hubiesen revocado posteriormente.

1157 La renovación del consentimiento debe ser un nuevo acto de voluntad sobre el matrimonio por parte de quien sabe u opina que fue nulo desde el comienzo.

1158§1. Si el impedimento es público, ambos contrayentes han de renovar el consentimiento en la forma canónica, quedando a salvo lo que prescribe el c.

1127§2. Si el impedimento no puede probarse, basta que el consentimiento se renueve privadamente y en secreto por el contrayente que conoce la existencia del impedimento, con tal de que el otro persevere en el consentimiento que dio; o por ambos contrayentes, si los dos conocen la existencia del impedimento.

1159§1. El matrimonio nulo por defecto de consentimiento se convalida si consiente quien antes no había consentido, con tal de que persevere el consentimiento dado por la otra parte.

§2. Si no puede probarse el defecto de consentimiento, basta que privadamente y en secreto preste su consentimiento quien no lo había dado.

§3. Si el defecto de consentimiento puede probarse, es necesario que el consentimiento se preste en forma canónica.

1160 Para que se haga válido un matrimonio nulo por defecto de forma, debe contraerse de nuevo en forma canónica, sin perjuicio de lo que prescribe el c. 1127 § 2.