Estos días estoy recibiendo la confesión de los niños y niñas que se preparan para recibir la primera comunión.
No es difícil darse cuenta de que para algunos de ellos lo más importante y lo que más nerviosos les pone, es recordar la fórmula del acto de contrición. Por eso, les he dicho a los catequistas que saberse de memoria la fórmula del acto de contrición está muy bien, pero más importante aún es aprender a confesarnos, es decir, a reconocer con humildad nuestras debilidades y pecados... y, al mismo tiempo, inspirados por el perdón de Dios, también nosotros perdonar a los que nos han ofendido.
Esta reflexión animó a algunas catequistas a abrir un debate. Lo que debía haber sido una reunión de media hora se alargó hora y media cuando alguien dijo: "Y ¿cómo se aprende a perdonar?"
No es difícil darse cuenta de que para algunos de ellos lo más importante y lo que más nerviosos les pone, es recordar la fórmula del acto de contrición. Por eso, les he dicho a los catequistas que saberse de memoria la fórmula del acto de contrición está muy bien, pero más importante aún es aprender a confesarnos, es decir, a reconocer con humildad nuestras debilidades y pecados... y, al mismo tiempo, inspirados por el perdón de Dios, también nosotros perdonar a los que nos han ofendido.
Esta reflexión animó a algunas catequistas a abrir un debate. Lo que debía haber sido una reunión de media hora se alargó hora y media cuando alguien dijo: "Y ¿cómo se aprende a perdonar?"