domingo, 23 de febrero de 2014

El prefecto de la Fe reitera que los divorciados vueltos a casar no pueden acceder a la comunión


En un artículo a doble página publicado el miércoles 23 de octubre del 2013 en L´Osservatore Romano, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, reitera la doctrina tradicional de la Iglesia de que, "por la íntima naturaleza de los sacramentos, la admisión a ellos de los divorciados vueltos a casar no es posible", y rechaza expresamente "la falsa apelación a la misericordia" porque "banalizaría la imagen misma de Dios", como si Dios "no pudiese hacer otra cosa que perdonar".

Argumentos en las Escrituras, la Tradición y el Magisterio

El texto, exhaustivamente argumentado, pasa revista al argumentario tradicional de la Iglesia para justificar su posición en "la doctrina católica del matrimonio".

Comienza por enumerar todos los pasajes de las Sagradas Escrituras que hacen referencia a la unidad e indisolubilidad del matrimonio y al adulterio, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y concluye que "la Iglesia católica, en su enseñanza y en su praxis, se ha referido constantemente a las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio. El pacto que une íntima y recíprocamente a los dos cónyuges ha sido instituido por Dios mismo. Se trata por tanto de una realidad que viene dada por Dios y ya no queda a disposición de los hombres".

Seguidamente estudia la Tradición de la Iglesia, desde los Padres de la Iglesia ("en la época patrística los creyentes separados que se habían vuelto a casar civilmente no eran readmitidos a los sacramentos ni siquiera tras un periodo de penitencia") hasta la constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II.

Puesto que el matrimonio es imagen "del amor de Dios por su pueblo y de la fidelidad irrevocable de Cristo a su Iglesia", entonces "sólo es posible comprender y vivir el matrimonio como sacramento en el ámbito del misterio de Cristo": "Si se seculariza el matrimonio o se lo considera como una realidad puramente natural, queda impedido el acceso a su sacramentalidad. El matrimonio sacramental pertenece al orden de la gracia y se inserta en la definitiva comunión de amor de Cristo con su Iglesia", señala el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Finalmente, el Magisterio reciente, desde la exhortación apostólica Familiaris Consortio de 1981 posterior al sínodo sobre la familia, hasta la carta del mismo dicasterio de Müller (en aquel momento dirigido por el cardenal Joseph Ratzinger) de 1994 precisamente sobre la admisión a la eucaristía de los divorciados vueltos a casar, es unívoco. "La admisión a la eucaristía no se puede conceder", estableció el primer documento, y esa decisión "no puede ser modificada en función de las circunstancias", estableció el segundo.

Por su parte, el mismo cardenal Ratzinger, ya como Benedicto XVI, en la exhortación post-sinodal Sacramentum caritatis de 2007, reitera esa "praxis de la Iglesia" en cuanto "fundada sobre las Sagradas Escrituras" (Mc 10, 2-12).

Todos estos documentos añaden la praxis de caridad con la que debe tratarse a las personas en esa situación, y establecen los casos en que, cuando haya poderosas razones para mantener la convivencia de los divorciados vueltos a casar (como la educación de los hijos), la absolución sólo puede darse bajo la condición de que vivan "como hermano y hermana".

Consideraciones antropológicas

Seguidamente monseñor Müller rebate los principales argumentos con los que la mentalidad contemporánea quiere arrancar de la Iglesia una cesión en ese punto, pues "la doctrina sobre la indisolubilidad del matrimonio encuentra a menudo incomprensión en un ambiente secularizado", el cual en consecuencia pretende que "la decisión de comulgar o no debe dejarse a la coinciencia personal de los divorciados vueltos a casar".

El prelado recuerda que "la existencia de un pecado grave no confesado se opone a la posibilidad de recibir la comunión", y que "los fieles tienen la obligación de formar su propia conciencia y de tender a la verdad".

El obispo alemán rechaza también "el argumento de la misericordia", precisamente porque "todo el orden sacramental es obra de la misericordia divina y no puede revocarse apelando al principio que lo sostiene".

"Por medio de lo que objetivamente suena a ser un falso reclamo a la misericordia, se incurre en el riesgo de banalizar la imagen misma de Dios, según la cual Dios no podría hacer otra cosa que perdonar. Al misterio de Dios pertenecen, además de la misericordia, también la santidad y la justicia. Si se esconden estos atributos de Dios y no se toma en serio la realidad del pecado, ni siquiera se puede aplicar a las personas su misericordia".

Atención pastoral más allá de la recepción de la eucaristía

Monseñor Müller concluye que, "aun si, por la íntima naturaleza de los sacramentos, la admisión a ellos de los divorciados vueltos a casar no es posible, a favor de estos fieles deben dirigirse todavía más los esfuerzos pastorales, puesto que deben mantenerse en dependencia de las normas que derivan de la Revelación y de la doctrina de la Iglesia".

Eso "no es sencillo", pero esas personas "deben saber que la Iglesia les acompaña en su camino como una comunidad de sanación y salvación. Con su compromiso de comprender la praxis eclesial y de no acercarse a comulgar, en cierto modo se hacen testigos ellos mismos de la indisolubilidad del matrimonio".

Por último, "la atención a los divorciados vueltos a casar no debería reducirse, ciertamente, a la cuestión de la recepción de la eucaristía. Se trata de una pastoral global que intenta satisfacer lo más posible las exigencias de las distintas situaciones".

Fuente: religionenlibertad.com

Sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar sin haber obtenido la nulidad matrimonial

"Los divorciados no están excomulgados", por Pedro Antonio Moreno, sacerdote y juez del Tribunal de la Rota Española


“El catecismo de la Iglesia en los artículos 1650 y 1651 dice que una persona puede estar divorciada porque haya sufrido un trauma en su relación, pero otra cosa es que una persona divorciada esté conviviendo con otra con la que no está casada. A esto la Iglesia lo llama una situación irregular y esta persona no podría comulgar porque sería un acto incoherente ya que no está en comunión con la Iglesia”.

Estas personas en situación irregular “necesitan un acompañamiento pastoral más cercano y aunque no puedan comulgar, porque les haría daño, deben saber que pueden comulgar en el Espíritu, una comunión espiritual”. Al Tribunal de la Rota Española llegan muchos casos que cuestionan si realmente se trató de un matrimonio sacramental o si sólo lo pareció.

— Cursillos prematrimoniales

“Los jueces somos pastores de almas que sacamos a la luz la verdad de unos hechos a menudo difíciles”, comenta el padre Moreno. Hechos que suelen venir de muy lejos. “Si un sacerdote ve que alguno de los novios no tiene las condiciones mínimas para recibir el sacramento puede no realizar la boda y animarlos a seguir madurando su noviazgo. Pienso que cuando un sacerdote casa a dos personas sin conocerlas a fondo cae en un doble mal: por un lado une a dos personas que no están preparadas, pero por otro y más importante se les conduce a un fracaso porque faltaban los fundamentos desde el inicio”.

Los breves cursillos prematrimoniales le parecen insuficientes y recomienda las “escuelas de novios” que ofrecen diversas entidades y reforzar el papel de la familia y la comunidad.

También señala el trabajo de los Centros de Orientación Familiar (COF) de la Iglesia. “Cuando un matrimonio acude a un COF, los especialistas deben mostrarles todas las opciones que pueden agotar antes de pedir la nulidad. Los tribunales también hemos de observar con detenimiento los casos en los que no se hayan agotado estas posibilidades de reconciliación y hacerlo ver. Estos centros son la mejor ayuda, ya que en las nulidades siempre hay sufrimiento de por medio”.

— La Rota española, sin pasar por Roma

“El tribunal de la Rota de Madrid es un privilegio exclusivo para apelar las sentencias de nulidades matrimoniales que salen de los tribunales metropolitanos” explica el padre Moreno.

“En España se resuelven las nulidades sin tener que llegar a la Rota Romana, lo que no ocurre con el resto de países. Para dictar una sentencia definitiva de nulidad se necesita al menos dos fallos favorables. Madrid actuaría como instancia definitiva tras pasar los casos por los tribunales diocesanos y metropolitanos. Además, Madrid, puede ser incluso tribunal en una cuarta instancia. Este privilegio lo tenemos desde 1771 y su mayor impulsor fue el Papa Clemente XVI”.

— Las dudas más comunes

- ¿La Iglesia «anula» el matrimonio?
- No. Es un sacramento indisoluble. Una sentencia de nulidad lo que hace es confirmar que el matrimonio nunca existió como sacramento.

- ¿La Iglesia hace negocio con las nulidades?
- No. De hecho, son una carga económica para la Iglesia. Hay gente que pide «patrocinio gratuito» demostrando que no puede pagar las costas del proceso.

- La nulidad ¿es más fácil para los famosos?
- No. El proceso es igual para todos. Cada caso se estudia por orden de llegada. Por conciencia y prestigio profesional, ningún juez se atreve a dar sentencias falsas.

- ¿Se abusa del supuesto de «inmadurez para el consentimiento»?
-Se hacen informes médicos rigurosos y los análisis psicológicos para comprobar las incapacidades se encomiendan a especialistas cualificados y que tengan una antropología cristiana.

Fuente: religionenlibertad.com

¿Qué cree la gente que es el matrimonio?, por Giorgio Carbone, O.P.



“Es un contrato”: esta es la respuesta más frecuente cuando pregunto a grupos de personas de edad heterogénea, casadas o prometidas, qué es el matrimonio.

Después, pregunto cuál es el fin, la meta última del matrimonio. Y las respuestas más frecuentes son: “El amor, la familia, los hijos”. Raramente alguien responde: “La santidad de los cónyuges”, que es la respuesta justa.

No estoy en posición de decir la importancia estadística de estas respuestas dentro de un amplio grupo de población. Pero para nuestro análisis basta saber por ahora que está muy difundido el convencimiento de que el matrimonio es un contrato que tiene como meta el amor y/o los hijos. Y de ello están convencidos casi todos, creyentes y no, esposos jóvenes y ancianos, prometidos y solteros.

— Verdades olvidadas

Esta convicción demuestra por lo menos un hecho: a nivel normal se han perdido dos verdades sobre el matrimonio.

A) El matrimonio es un sacramento:

La primera verdad olvidada es que el matrimonio, más que un contrato, es un sacramento. El contrato desde el punto de vista formal es un acuerdo entre dos o más partes que tiene por objeto bienes de carácter patrimonial. Pero el matrimonio es otra cosa, es sacramento, es decir, una alianza entre una mujer y un hombre que tiene en Dios su origen, su consistencia y su fin.

Porque es Dios Amor quien llama a los esposos al amor recíproco: el matrimonio no es un encuentro fortuito, sino una llamada divina, una vocación cuyo actor es Dios. Jesús lo dice: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre” (Marcos 10, 9).

B) Los cónyuges son los ministros del sacramento del matrimonio

En segundo lugar, Dios, al hacer experimentar su misericordia, su ternura y su paciencia al cónyuge, llama este cónyuge a comunicar al otro la misma misericordia, ternura y paciencia recibidas: esto significa ser ministros de Dios en el sacramento del matrimonio.

Los cónyuges, viviendo juntos y amándose, se intercambian lo que han recibido de Cristo y realizan así una comunión divina y no sólo humana, comunión humano-divina que es similar a la que hay entre Cristo y la Iglesia, comunidad de los creyentes como se expresa en Efesios 5, 25-32: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella (…) Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia”.

C) Vocación a la santidad

En tercer lugar, Dios es el fin, es decir, el fin del matrimonio, porque el día de la boda el cónyuge acoge la persona del otro cónyuge con vistas a Cristo, es decir, para llevarlo a Cristo, para caminar juntos hacia el Señor: es una vocación común a la santidad.

Y es esta la segunda verdad olvidada del matrimonio: la santidad, es decir, el deseo de conversión a Cristo y de conformarse a Él en todo, en la mentalidad y en los gestos concretos.

— ¿Mirada horizontal o degradante?

Que el matrimonio se reduzca a un contrato o a un convencionalismo social y que se haya perdido su destino a la santidad son el resultado de una mirada, no horizontal, sino degradante de la existencia humana.

Hemos expulsado a Dios de nuestras consideraciones, ya no nos esforzamos en conformar nuestra mentalidad a la de Cristo, por Él mismo manifestada en los Evangelios, por lo que la consecuencia es la pérdida del sentido de la existencia, del significado de la relación matrimonial que funda la existencia humana.

Sin embargo, vivir la fe teologal significa propiamente pensar según los pensamientos de Dios, es decir, sintonizar nuestra inteligencia, nuestra mentalidad, nuestros convencimientos con el pensamiento de Jesucristo.

Además, la difusión acrítica de la opinión según la cual el matrimonio es un contrato, por lo que la santidad ya no se considera su meta, debería hacernos considerar que a menudo los matrimonios que vemos celebrados en la iglesia en realidad no son sacramentos; es decir, son matrimonios nulos.

Los esposos, aunque dicen sí con los labios, en realidad no creen en el matrimonio como cree Jesús y su Iglesia. Los esposos tienen una concepción mundana del matrimonio, es un contrato, y como sucede con todos los contratos que están sometidos a la total disponibilidad de las partes, éstas pueden rescindir del mismo cuando quieran.

En cambio, al ser un sacramento, es una realidad que es de Cristo, tiene un origen, una consistencia y un fin divinos.

— Cuando dicen sí no dicen sí

Aunque dicen sí con los labios, consideran que el matrimonio dura mientras haya sentimiento de amor. En cambio, el matrimonio se funda sobre el amor recibido de Dios y, por tanto, es para siempre, como también es para siempre el amor que Dios tiene por nosotros.

Aunque dicen sí con los labios, los esposos no se acogen totalmente como personas porque excluyen positivamente la posibilidad de tener hijos recurriendo de manera habitual a la anticoncepción.

Efectivamente, el cónyuge que usa métodos anticonceptivos, precisamente con el gesto sexual que debería significar la donación total de sí al otro, en realidad no se dona totalmente porque reserva para sí la capacidad de convertirse en padre o madre: por tanto, dice una gran mentira al amor total.

— Lo pastoral en relaciones fracasadas

Las recientes discusiones sobre la actitud pastoral hacia las personas que vive en el fracaso de un matrimonio, y que tal vez han pasado a una convivencia o a un matrimonio civil, no pueden prescindir de estas dos verdades antes recordadas porque son verdades evangélicas.

La Iglesia, como comunidad de creyentes, tiene la vocación de ser esposa de Cristo, evidentemente fiel y no incrédula. Por tanto, está llamada a anunciar siempre la verdad del matrimonio indisoluble porque esta es la enseñanza de Cristo su esposo: basta leer Marcos 10,5-9; Mateo 19,4-9; Lucas 16,18.

Todos nosotros creyentes, si queremos vivir la virtud teologal de la fe, advertimos la exigencia de obedecer y de uniformar nuestra mentalidad a la enseñanza de Cristo Señor. Al mismo tiempo, no podemos amar renunciando a la verdad y no podemos conocer la verdad sin amar: el conocimiento de la verdad y del amor del bien son movimientos estructurales e identificativos del ser humano.

En razón de la verdad y del amor no podemos generar ilusiones en nadie y, por tanto, ni siquiera podemos hacer pensar que la praxis de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio esté cerca de cambiarse, o bien que después del Sínodo de los obispos de octubre de 2014 las personas divorciadas y casadas por lo civil serán absueltas y admitidas en la comunión eucarística.

Si las personas divorciadas y vueltas a casar por lo civil fueran admitidas a la comunión eucarística, la comunidad de los creyentes renunciaría a ser fiel a Cristo que enseña la indisolubilidad del matrimonio.

— Ideas prácticas para mejorar

Como conclusión resumo unos criterios prácticos:

1) preparar a los novios al matrimonio de manera más seria y completa, haciendo conocer que el matrimonio es una cosa de Cristo y no de los esposos, y que es una vocación divina a la santidad;

2) considerar que todos los sacramentos son un don que la Iglesia recibe de Cristo, y no son un derecho que hay que reivindicar. Esto vale también para la comunión eucarística;

3) agilizar los procesos canónicos concernientes a la verificación de la nulidad del sacramento del matrimonio;

4) demoler la difundida opinión según la cual los divorciados vueltos a casar están excomulgados. Más bien, lo que se hace es acoger a estos creyentes y hacerles saber que aunque vivan en una condición desordenada como es la convivencia con una persona que no es el propio cónyuge, pueden y, es más, deben vivir la fe, la esperanza, la caridad, participar en la Misa, rezar juntos e individualmente, vivir la penitencia y el deseo de conversión y que el dolor y la amargura de no poder recibir la eucaristía tienen un valor salvífico que puede llevar a la sincera conversión de su corazón a Cristo Señor.

Fuente: religionenlibertad.com

lunes, 17 de febrero de 2014

SACRAMENTO DEL MATRIMONIO: La obsesiva dependencia de la madre por parte de uno de los dos cónyuges puede considerarse una causa valida para que la Iglesia católica anule un matrimonio.


La obsesiva dependencia de la madre por parte de uno de los dos cónyuges puede considerarse una causa valida para que la Iglesia católica anule un matrimonio.

La noticia ocupa hoy gran espacio en la prensa italiana, después de que así lo explicase el vicario judicial de la diócesis de Liguria (noroeste), Paolo Rigon, durante la apertura ayer del año judicial eclesiástico de esta región.

Los afectados por esta dependencia no "son capaces de cumplir con los deberes conyugales. Hay casos en los que se está tan apegado a la madre que no se puede hacer vida común con la pareja", confirmó en declaraciones al diario "La Stampa" el cardenal jurista Velasio de Parolis, miembros del Tribunal Supremo de la Signatura apostólica.

En su alocución, el vicario judicial Rigon explicó que puede ser considerada causa de nulidad ya que "para cada decisión, para cada movimiento que se quiera hacer en el seno de la pareja, se busca siempre la aprobación del padre o de la madre, que de hecho se convierte psicológicamente en el verdadero cónyuge y la persona casada pasa a ser sólo un sustituto". "Es como haberse casado con la suegra", resumen así la prensa italiana la explicación de la Iglesia católica.

Rigon cita que en su experiencia se ha encontrado con "situaciones concretas" en las que "jóvenes y adultos, debido a una inmadurez psicológica, falta de preparación a la vida, se casan sin saber lo que les espera" y "continúan su vida como la hacían cuando eran niños o adolescentes".

Los diccionarios italianos recogen la palabra "mammismo" que significa excesivo sentimiento protector de la madre y la consecuente subordinación afectiva del hijo, por ello Rigon la diferencia de la clásica figura en Italia del "mammone", es decir de las personas que "necesitan a sus madres o no se quieren despegar de ellas".

Esta dependencia es como una especie de "droga" que "incide gravemente en la vida conyugal", añade Rigon.

El "Corriere della Sera" publica también la opinión del decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano, arzobispo de Génova, que asegura que "el matrimonio debe ser un acto realizado en total libertad", por ello el "mammismo" puede ser causa de nulidad ya que "uno no es libre cuando busca constante a una tercera persona".

FUENTE: larazon.es