lunes, 20 de enero de 2014

¿Desde cuándo se imparte el bautismo a los niños?, por Luis Antequera


Hay cosas que uno ni se le ocurre plantearse si siempre fueron como hoy las contemplamos o en otro momento fueron diferentes. Y una de esas tal vez sea la que cabe definir como “bautismo de infantes”, una ceremonia con un carácter netamente iniciático equiparable, desde tal punto de vista aunque no desde muchos más, a otra del ámbito judío cual es la de la circuncisión, producida al octavo día del nacimiento con la que también coincide en que en ambas recibe la persona el nombre por el que será conocido en la comunidad.

Pero lo cierto es que no siempre el bautismo lo recibieron entre los cristianos los niños. A pesar de haber nacido en una familia cristiana, de ser un personaje de peso dentro de la comunidad cristiana y con 34 años de edad, nada menos que todo un San Ambrosio apenas era un catecúmeno sin bautizar cuando es elegido para ejercer una dignidad de la importancia del episcopado de Milán.

Y es que aunque más de uno sería bautizado en edad infantil como podría interpretarse de algunos episodios recogidos en los Hechos de los Apóstoles, lo cierto es que el “bautismo de infantes” aún tardará su tiempo en imponerse.

Hipólito de Roma (m.236) en su Tradición apostólica nos detalla el proceso bautismal, que se iniciaba con un catecumenado o aprendizaje de tres años previo a la ceremonia, y recaía siempre sobre adultos. El ritual bautismal tenía lugar en fechas señaladas (domingo, pascua, pentecostés); contenía una serie de ceremonias anteriores (expulsión del demonio, unción prebautismal); tenía lugar por inmersión en agua simultánea a una confesión de fe trinitaria; y se culminaba con la imposición de manos, signación en la frente y unción con el crisma (mezcla de aceite de oliva y bálsamos) por el obispo. A continuación, el bautizando recibía por primera vez la eucaristía, con lo que vemos unidos tres rituales que la vida cristiana contemporánea separa perfectamente: bautismo, primera comunión y confirmación. El ritual tomaba forma dialogante entre oficiante y bautizando. En su obra Sobre el bautismo, Tertuliano (160-h.220) procede a la normalización del ritual.

La expansión del cristianismo y su legalización generalizará el nacimiento de niños en hogares que ya son cristianos, a partir tal vez del s. IV más-menos, fenómeno que va a tener tres grandes consecuencias por lo que al bautismo se refiere.

En primer lugar, éste empieza a celebrarse cualquier día, sin esperar a las fechas señaladas.

En segundo lugar, se abre la posibilidad de que el obispo delegue sus funciones en lo concerniente al ritual bautismal, lo cual tiene más importancia de la que parece, pues el desdoblamiento del bautismo en dos ceremonias, la inmersión y sus complementos, celebrable por el presbítero, y la unción, sólo oficiable por el obispo, implicará la aparición de un nuevo sacramento, la confirmación.

Y en tercer lugar y lo que a los efectos nos interesa aquí, se impone el bautizo infantil a tempranísima edad, con lo cual la fórmula “yo te bautizo”, cuya utilización nos consta desde el s. VII, sustituye a la fórmula dialogante.

El bautismo de infantes va a promover un áspero debate sobre la preparación que ha de darse en el receptor de un sacramento. Los contrarios a él se escudan en la falta de disposición de un niño para recibir un sacramento y en el inexistente mandato en tal sentido en las Escrituras.

San Agustín (n.354-m.430) sostiene que es necesario para la salvación de los niños, y el Papa Inocencio III (1198-1216) argumenta que de la misma manera que una persona incurre en el pecado original sin su consentimiento, puede ser librado de él sin su consentimiento.

Fuente: religionenlibertad.com

sábado, 11 de enero de 2014

BAUTISMO DE JESÚS, Año B

Isaías 55:1-11
Isaías 12 “Sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación”
1 Juan 5:1-9
Marcos 1:7-11

Isaías 55:1-11

Así habla el Señor: ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares. Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David. Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones. Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica. ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva al Señor, y Él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes. Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que Yo quiero y cumple la misión que Yo le encomendé.

Isaías 12: Sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación

Éste es el Dios de mi salvación:
yo tengo confianza y no temo,
porque el Señor es mi fuerza y mi protección;
Él fue mi salvación.
R.Sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación 

Den gracias al Señor,
invoquen su Nombre,
anuncien entre los pueblos sus proezas,
proclamen qué sublime es su Nombre.
R. Sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación

Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso:
¡que sea conocido en toda la tierra!
¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión,
porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!
R. Sacarán agua con alegría 
de las fuentes de la salvación

1 Juan 5:1-9

Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de Él. La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad. Son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo. Si damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.

Marcos 1:7-11

En aquel tiempo proclamaba Juan:
– Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero el os bautiza con Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
– Tú eres mi hijo amado, mi predilecto.

Mateo 3,13-17: Bautismo de Jesús

Entonces se presenta Jesús, que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Una vez bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.»

BAUTISMO DEL SEÑOR, Año A

Isaías 42:1-4
Salmo 29: El Señor bendice a su pueblo con la paz 
Hechos 10:34-38
Mateo 3,13-17

Isaías 42,1-4.6-7

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagara. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»

Sal 29, la y 2. 3ac-4. 3b y 9b-l0
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz 

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡ Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.
R. El Señor bendice a su pueblo con la paz

Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
— «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predica¬ba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»

Mateo 3,13-17

Entonces se presenta Jesús, que viene de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Una vez bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.»